Aprendiendo cómo tocar a una mujer
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Me presento…
Nunca estás seguro de cómo llegas a preguntarte cómo tocar a una mujer. Es algo que, si llevas una vida cotidiana, como la llevaba yo, que no te cruza por la mente.
Me llamo Rafa y mi trabajo es sumamente demandante, y aunque tengo un buen puesto en una importante compañía, no pensaba al igual que mis colegas, que suelen decantarse por mujeres jóvenes y esbeltas para pasar el tiempo. No. la verdad es que la mujer con la que prefería pasar el tiempo se llamaba «responsabilidad» y era lo que yo sentía por la compañía que había hecho tanto por mí.
Me había permitido comprarme un piso, un coche, incluso terminar de pagar el piso de mis padres, de manera que yo no pensaba en otra cosa que mantener a la compañía en el top nacional de las mejores en su rubro.
Yo sé que muchos de mis colegas habrían disfrutado en llevarme a algún abr de strippers, o de presentarme a alguna linda chica para que nos divirtiéramos un rato. Pero entonces tendría que preocuparme por aprender cómo tocar a una mujer.
No obstante, esta reticencia desapareció cuando la conocí.
Un cruce de miradas
Tengo una amplia oficina, en la cual puedo trabajar con toda la comodidad. Esta oficina es muy visible para todo el que entra, como también me permite a mi ver perfectamente lo que sucede hacia afuera. Varias personas están a mi cargo, así que me gusta vigilar qué es lo que hace. No porque yo sea un dictador en el trabajo o algo así, sino que, si veo que alguien tiene un problema, me gusta acercarme y preguntar qué le sucede.
Así fue como un día, de casualidad, vi a alba entrar.
Ella no trabajaba ahí. Si lo hiciera, habría sabido quien es. No. Ella era hermana de un chico que estaba haciendo pasantías con nosotros, para luego pasar a la otra sede. Era mucho mayor que el chico, contemporánea conmigo.
Llevaba los risos castaños sueltos y sus ojazos azules parecían brillar como un zafiro.
Hubo un momento en que nuestras miradas se cruzaron y todas esas cosas en las que tanto pensaba, desaparecieron por un instante.
Fue entonces cuando me imaginé desnudo junto a ella, dentro de ella. Y me pregunté cómo tocaría yo a una mujer cómo esa. Cómo tocar a una mujer para complacerla.
Aprendiendo a besar a una mujer
Después me enteré de que ella iba a buscar a su hermano. Ambos eran huérfanos desde hacía algunos años, así que vivían juntos. Casi me sentí culpable por desear a la hermana del chico, cuyo nombre era Íñigo, pero la deseaba tanto que la culpa desaparecía inmediatamente.
Una vez nos entramos en el ascensor, a solas, casi por cosa del destino y terminamos charlando. Cuando nos dimos cuenta, nos encontrábamos en un pequeño café, algo bastante formal, bebiendo bebidas calientes y preguntándonos sobre qué creíamos que era la vida.
Sentí un poco de pena al admitir que para mi la vida era el trabajo y la necesidad que tenía de devolver a la empresa todo aquello que me habían dado. Ella me sonrió y me dijo que le gustaban los hombres leales y comprometidos. Que estaba cansada de los niños que tienen miedo a sentir apego. Que tienen miedo de lo que sienten.
Aquel día me encontré a mi mismo aprendiendo a besar a una mujer experta, como sus labios me confirmaban. No fuimos más allá, pero entonces empecé a plantearme que tenía que aprender cómo tocar a una mujer.
Aprendiendo a tocar a una mujer
Pocas veces me había interesado por satisfacer al sexo femenino. Los polvos que había tenido habían sido más bien apasionados y frenéticos, producto de una noche desenfrenada de alcohol y otras cuestiones, y no hacía mucha falta tener una buena técnica.
Con Alaba, en cambio, quería saber cómo tocar a una mujer, cómo tocarla a ella y hacer que se retorciera de placer entre mis brazos, así que me di a la tarea de investigar y de practicar.
La siguiente vez que nos vimos, la cosa no fueron solamente besos. Su lengua juguetona buscaba la mía. Su boca era grande y sus labios bastante llenos y obscenos, que me hacían querer morderlos hasta el hartazgo.
Bajo las luces quemantes de su piso, mientras su hermano estaba en el cine con una amiga, en el sofá de la sala me bajó los pantalones y me dio una felación como solo la puede dar alguien que disfrute la sensación de un falo en la boca. Gracias a la posición, tuve la oportunidad de poner en práctica lo que había aprendido sobre cómo tocar una mujer. Acariciando su coño, que, con el tacto de mi mano, hacía que ella se humedeciera.
Aprendiendo a follar a una mujer
Saber cómo tocar a una mujer no es suficiente para complacerla y teniéndola, retorciéndose de placer entre tus manos. Porque creo que, de alguna forma, eso es lo que todos queremos: complacer a alguien que deseamos.
Aquella vez no fuimos más allá. Hay quien quizás diría que la cosa iba lenta, pero yo sentía que, al igual que hacía con mi trabajo, las cosas se estaban haciendo como tenían que hacerse. Poco a poco, disfrutando de la presencia del otro y nuestros cuerpos.
Pero después de aquella vez, quedamos con tantas ganas que tuvimos que hacerlo. Y fue ahí donde tuve que aprender a follar a una mujer en verdad. Aprender a satisfacerla y saber cómo tocarla. Tenerla sobre mi y saber cómo tocarla para sus gemidos me colmaran por completo.
Pero no todo estaba concentrado en el placer de ella. Diría que la mayor parte estaba concentrada en mi propio placer, porque a demás de la sensación tan deliciosa que tenía en la entrepierna, el sentir que la estaba haciendo disfrutar era sumamente excitante para mí.
Correrse en el interior de una mujer
y como un niño que primero aprende a gatear, luego a caminar y luego a correr, así fue mi aprendizaje con Alba. Así aprendí a besar a una mujer, aprendí cómo tocar a una mujer y, por último, cómo correrme. Esto quizás, para algunos, es lo más fácil, pero yo quería cuidar cada parte del amor, cada ´parte del deleite. Quería que todo fuese perfecto, y que el placer que ella me proporcionaba, devolvérselo en la forma de esa carga, líquida y sentida, que aprendí a dar en su boca y en su monte de Venus, porque era ahí donde le gustaba.
Y esa primera vez que follamos, ella estando encima de la mesa del comedor, recuerdo cómo me sentía mientras la empujaba, mientras le daba, cuando escuché que me susurraba al oído:
—Córrete sobre mi coño…
Aumenté entonces la velocidad y la intensidad, a la par que ella aumentaba los gemidos.
Terminé por hacerlo, quitándome el preservativo y dejando una gran carga sobre su monte de Venus, cuyo vello estaba ligeramente recortado.
Antes mi vida salía ser más complicada y molesta, no me preocupaba por saber cómo tocar a una mujer. Pero luego de que aprendí como tocar a una mujer, especialmente una mujer que me gustaba tanto, creo que mi vida mejoró.
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