Escapada de fin de semana
Cualquier persona que haya vivido suficiente tiempo en la ciudad, puede llegar a cansarse de ello. Sin importar qué ciudad sea, llega un punto en que simplemente te sientes harta de las luces encendidas a toda hora o del incesante sonido de los coches. Es por eso por lo que una escapada de fin de semana, hacia un lugar más tranquilo, siempre suena como una buena idea.
Es común hacer escapadas de fin de semana junto con amigos, junto con familiares. Pero las mejores escapadas de fin de semana son aquellas que haces junto a alguien que te gusta, a alguien que deseas, y es en ese ambiente de total tranquilidad, tan diferente a lo convulsionante que es la ciudad, en donde follar puede llegar a ser más placentero.
Tabla de Contenido
Follar en la ciudad
No me malinterpretéis. No es que no me gusten las ciudades. He vivido toda mi vida en ciudades y moriré en una ciudad. Mi féretro llegará tarde al cementerio por quedarse atascado en el tráfico.
Y como soy una chica de ciudad, he podido disfrutar de las bondades con las que uno se encuentra en estos lugares en los cuales, en espacios muy reducidos, nos concentramos millones y millones de personas. He disfrutado de la soledad que puedes tener en medio de una gran multitud, que baila y convulsiona rabiosamente, he disfrutado el placer que se siente al romper con esa soledad, en el baño de algún pub estridente, con música muy fuerte sonando mientras alguien empuja su polla muy fuerte dentro de mí. Metiendo algo dentro de mi que es más que una polla, es un cuchillo que corta con ese sentimiento de soledad. Y es esto ml o que hace que nunca me contenga de gritar cuando follo en esos baños llenos de dibujos y grafitis.
Quizás una chica, en la oscuridad de su piso, frotando su coño totalmente anónimo con el mío también es una estupenda representación de lo que es follar en la ciudad mientras coches chocan debajo de nuestra ventana y algún vecino, a pesar de ser de noche, mantiene sonando reguetón a todo volumen porque está dando una fiesta.
Es tremendamente placentera esta forma de follar, es innegable. Pero una escapada de fin de semana también puede llegar a serlo, en una forma que para muchos es difícil de comprender.
Es principalmente difícil de comprender, porque terminas (si no lo estás ya), compenetrado con esa persona que se desnuda física y emocionalmente contigo en esas soledades, más profundas incluso que en las ciudades. A mí me pasó un par de veces.
Invitación a una escapada de fin de semana
Ricardo era un chico tan lampiño que me recordaba el relato de Jacob y Esaú. Me gustaba besar sus brazos, su cuello, incluso su vientre, esos lugares en donde la mayoría d ellos hombres suelen tener mucho pelo, Ricardo apenas si tenía una pelusilla. No por eso era un hombre menos hombre, y mentiría si dijera que no tenía la proporción correcta, al menos para mí. Pero había algo en él que era muy suave, muy tranquilo.
Conocí a Ricardo cuando trabajaba en Madrid. Teníamos amigos en común y, como suele suceder, empezamos a hablar. Teníamos ideas similares sobre la soledad que se siente en los lugares especialmente poblados, lo que hizo que pudiéramos charlas durante largas horas.
También, como suele suceder con las algas charlas, terminamos por quedar para algo más que simplemente te «charlar».
Cuando nos dimos cuenta, estábamos desnudos en la cama, buscando complementarnos de forma casual. Ese fue un tema sobre el que también hablamos, sobre lo vacía que se sentía nuestra generación, tanto que no nos bastaba con conversaciones casuales con las otras personas, necesitábamos, literalmente, llenar o ser llenados, estar en esa situación tan absoluta y tan física que es el follar.
Fue en una de estas conversaciones profundas que tuvimos, después de haber estado follándonos con fuerza, que quedamos en hacer una escapada de fin de semana.
—Hagamos una escapada de fin de semana —me soltó de repente—, he ido con amigos, pero creo que sería increíble estar en medio de esa nada, en medio de esas soledades, con alguien que te complementa y que te hace sentir tan bien.
Era la primera vez que Ricardo me decía que le gustaba. Era tan filoso para algunas cosas, pero tan poco específico para otras.
Escapada de fin de semana en la sierra
Nuestra cabaña se encontraba alejada del resto de cabañas. Era un lugar bastante tranquilo, donde las familias iban a por una escapa de fin de semana que supusiera un alivio del incesante ruido, para mi era sumergirme en un lugar más profundo.
Apenas empezamos a estar rodeados de naturaleza, recuerdo sentirme totalmente rodeada, consumida. Nunca me había sentido así en la ciudad.
Puedo confirmar que muchos se sienten desprotegidos lejos de lo que conocen como civilización, pero en esa escapada de fin de semana yo me sentía completamente protegida. Sabiendo que nuestra cabaña estaba lejos de los niños, lejos de los ancianos, lejos de todo, quise simplemente quedarme ahí. Quise quedarme ahí y ser follada por todos los lugares posibles por los que él pudiera follarme. Quise ser follada en la boca, con violencia, que me hiciera llorar y que me hiciera sentir que estaba tragando todos mis problemas. Quise ser follada en el coño, en mi centro, y sentirme completa, a pesar de que sabía que Ricardo era solo alguien que estaría un tiempo y luego se iría. Quería que mientras estuviera ahí me hiciera sentir completa.
Y quería que me follara en el culo, ayudándome a dejarme ir, lo idóneo como para lavarme por completo de todo ese ruido y esa horrible sensación de estar rodeados de personas y aun así sentirnos solos.
Pero creo que el momento que más me gustó fue cuando lo hicimos en el bosque.
Tiempo después, vi en una película de Lars Von Trier una escena que recordaba mucho a eso. La película era Anticristo, con Willem Defoe y Charlotte Gainsbourg.
El placer de una escapada de fin de semana
En medio de las raíces de un árbol, como en la película, yo tenía las piernas abiertas, mientras él me lo metía en toda su extensión. Lo besaba con desesperación, buscando sorberlo, y gemía sabiéndome en medio de la verdadera nada, rodeada por completo por la naturaleza, una naturaleza que parecía estarme observando y diciéndome que era eso lo que tenía qué hacer.
Pocas veces me he sentido tan unida a mi centro.
Le decía que me follara, que me acabara adentro, que me llenara de su lefa (aunque usaba un profiláctico), le decía toda clase de guarrerías y lo halaba hacia mí. El me follaba con cada vez más violencia y deseo, como si él también estuviese sintiendo lo mismo que yo. Y cuando nos corrimos, ambos lo hicimos a la vez, él expandiéndose como si fuera un globo que se infla y yo cerrándome, como psi fuera las puertas del cielo negadas a un pobre cristiano. Cerrándome en torno a él para atraparlo para siempre, y si no el placer, por lo menos ese lindo recuerdo de aquella escapada de fin de semana.
Escapada de fin de semana en la que siempre pienso, al menos cuando llega el viernes.
Amo las ciudades, pero cuando recuerdo momentos como ese, (porque al menos esa no fue nuestra única escapada de fin de semana), no puedo sino dejar que mi mano baje hasta mis bragas y que me satisfaga como desearía estarlo siendo por él, o por alguien como él.
Para leer más relatos eróticos, visita nuestro blog haciendo click aquí.