El gusto por los diferentes tipos de vulvas
Es difícil hablar el por qué me gustan las vulvas, mucho menos cuál es mi afición por los diferentes tipos de vulvas. Pero si tuviera que contar un poco sobre mí, especialmente si cotara cosas que son íntimas, entonces debería decir que tengo un vicio. Un vicio por los diferentes tipos de vulvas, de las cuales muchas han desfilado por mi boca, mis labios, mi lengua, y otras han desfilado por mis dedos, que a veces con las uñas largas, y otras con las uñas cortas, las frotan con gusto y ese tacto tan femenino que solo las mujeres podemos esgrimir.
Incluso, algunas vulvas afortunadas, se han frotado con la mía, dándonos un extraordinario placer a la afortunada y a mí, que también soy una afortunada. Intentaré contar, entonces, mi gusto por los diferentes tipos de vulvas.
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El gusto por las vulvas
Creo que las mujeres se pueden dividir en aquellas que aman las vulvas y en aquellas que odian las vulvas, de la misma manera en que se puede hacer lo mismo con los hombres. Las mujeres que aman las vulvas, se pueden dividir a su vez en aquellas que aman su propia vulva, las que aman su propia vulva y las de las demás, y las que solo aman las demás vulvas. Estas últimas son las más peligrosas, porque su vulva es prácticamente intocable, algo que suele ser muy incómodo para mí. Solo suelen tener placer en estimular otras vulvas, y de vez en cuando darse placer, siempre ellas mismas y ningún otro cuerpo.
Yo soy de esas mujeres que aman su propia vulva pero que también están enamoradas de los diferentes tipos de vulvas que hay. Cómo disfruto con cualquier vulva, del color y apariencia que fuese, y también, como disfruto con mi propia vulva, que me genera tanto goce y placer. Si solo amara mi propia vulva, fuera heterosexual, pero yo disfruto demasiado de la compañía femenina. Si bien no diría que estoy cerrada a los hombres, y en más de una ocasión he tenido aventuras, lo que más me gustan son los diferentes tipos de vulvas, que húmedas y listas se preparan para mí.
Yo diría que mi gusto por las vulvas empezó siendo muy pequeña, jugando con muñecas e intentado ver qué había más abajo. No me satisfacía ver que en medio de las piernas mis muñecas solo tuvieran algo liso, muerto. Yo tenía algo ahí, algo que parecía una cicatriz. Y fue quizás esa misma contradicción lo que me hizo interesarme más por los diferentes tipos de vulvas.
Probar las vulvas
Pero no fue hasta muy entrada mi adolescencia, cuando ya era incluso mayor de edad, que pude por fin probar y conocer una vulva. La chica se llamaba Amelia, y era una chica joven como yo, pero mucho más guapa. Era delgada y alta. Recuerdo que sus pezones eran muy pequeños, angelicales, con unos piercings que parecían tan transgresivos que eran tremendamente excitante. Recuerdo cuando nos estábamos besando, y nuestros labios suaves se frotaban entre si, llenos de la pintura de labio0s, haciendo que nuestros rostros se llenaran de ese color rojo que ambas t4neíamos. Luego fue bajando poco a poco, besando una línea recta que pasaba desde mi boca hasta mi cuello, distrayéndose un rato en los pechos, y luego siguiéndola perfecta línea recta hasta desembocar en mi coño, mi vulva, mi centro, lugar donde me enseñó las buenas mieles de una boca que en verdad sabe comerte y llevarte a ese lugar al que tanto se anhela ir.
Por aquel tiempo no estaba obsesionada con los diferentes tipos de vulva, pero recuerdo que, cuando fue mi turno, abobada por el orgasmo que había tenido, me fijé largamente en su vulva. No conocía cuáles eran los diferentes tipos de vulvas, pero la suya, con los labios exteriores grandes, que parecía haber sido muy usada pero luego me enteré de que no era así. Conociendo los distintos tipos de vulvas, entendí que la suya era completamente normal. Pero lo que más llamó mi atención fue como, conforme la estimulaba con mi lengua, esta liberada un almíbar, un néctar, que habría sido capaz de drogar a cualquiera. A mí me hizo adicta para siempre.
La vulva propia
No fue solo esta vulva, la vulva tan deliciosa de aquella chica, que me hizo concentrarme en el placer producido por esta genitalia. Mi propia vulva, a quien también amo, tuvo mucho que ver en este pensamiento que surgió en mí.
Muchas chicas no tienen ni la más mínima idea de todo el placer, y todos los cambios en su vida que podría tener el aprender del placer que a sí mismas se pueden preocupar. Muchas chicas se preocupan porque no ligan, pero podrían tener una cita romántica consigo mismas. No tienen que preocuparse por los diferentes tipos de vulvas, solo preocuparse por sentirse cómodas en el lugar donde están, disfrutando de si mismas, en la intimidad.
Se acarician los pechos que están bastante sensibles, bajan las manos, lentamente, a través del vientre, y terminan desembocando en esa cicatriz, ese punto de placer máximo que grita que desea ser estimulado. No importa cuál sea el diferente tipo de vulva que tengan, porque todas desean ser estimuladas por un par de dedos suave y húmedos, que, llenos de los fluidos, se frotan contra el clítoris y empiezan a trazar círculos que non conducen a otro lugar que no sea la locura, o lo que es igual, al orgasmo. Y es en medio de esos gritos de placer, en los cuales te corres, que te das cuenta cuanto disfrutas de tu propia vulva.
Diferentes tipos de vulvas que comer
Esta historia ser terminan la última dosis de mi adicción.
Luego de haber probado aquella vulva, quede obsesionada con los diferentes tipos de vulvas. Viendo que aquella vulva era diferente a la mía, debía conocer las demás. No solo verlas, estudiarlas, analizarlas, estimularlas, frotarlas, lamerlas, chuparlas y gozarlas. Eso era lo que yo quería hacer con los diferentes tipos de vulvas que existiese, apoderarme de ellas. Ser dueña de los diferentes tipos de vulvas, conocerlas todas y tener enmarcada en la cabeza la forma perfecta en que se podía estimular tal o cual vulva, y así hice durante mucho tiempo.
Un momento que disfruté mucho, quye fue lam última dosis que tomé de este vicio, fue encontrarme con una chica unos años menor, quizás unos diez años menor que yo, que le encantaba o le encanta comer coños.
Pero no es tan importante lo que ella hacía como lo que yo misma me permitía. Recuerdo que,hace poco, había estado con un hombre, y había encontrado un inmeso placer en chuparlo, estando e rodillas frente a él, hasta que vicioso y poderoso, lanzó su carga sobre mi boca, viniéndose. Pero recuerdo también que cuando eso pasó, yo deseaba más, mucho más, no podía estar saciada.
Sin embargo, con esta chica, esta chavala, no podía quejarme. El jugo era constante, tanto y tan delicioso que sentía que me ahogaba., y cuando la estaba lamiendo y esgrimió su mano para llegar a ese punto maravilloso que es el squirt, swentía que me ahogaba en ella.todo era insaciable, al igual que el placer femenino. Y aunque estaba enloquecida con los diferentes tipos de coños, he de decir que aquel en particular me estaba volviendo loca.
Fin del relato
Cuidando identidades y dejando detalles por fuera, he terminado mi relato.es fácil saber como llegas a un vicio, pero es difícil narrar el vicio. A mi favor puedo decir que nunca dejé de estar obsesionada con los diferentes tipos de vulvas, pero que esto, en vez de generarme un perjurio, más bien me generan un beneficio. Un beneficio líquido, placentero e insaciable. Inacabable como la paciencia, divino como la pobra de Dios.
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