Un creampie
«Poco me ha dejado la porno» solía pensar Ricardo, «más que un acompañante al momento pajearme. Pero también en la porno cultivé uno de mis fetiches más apreciados: un creampie. Y es que ver aquello, a cualquiera puede volverle loco. ¿Por qué no habría de obsesionarme con eso?»
Tabla de Contenido
El gusto por un creampie
Hablando sobre creampie, podría escribir un verdadero tratado. Porque como suele suceder con las obsesiones, es algo en lo que suelo pensar.
Recuerdo una de las primeras veces en que vi un creampie. Aquella era una por no con la que me hice, no sin cierta dificultad. Hoy en día todo es más fácil; puede mover los videos a tu antojo, sin problema y solo ver aquellas partes que más te interesan. En aquella época, no siempre podías hacerlo, porque podía significar dañar el DVD el estar yendo hacia adelante y hacia atrás.
Entonces uno por aquel tiempo debía ver una gran cantidad de contenido, como si fuera una película, y llevar el ritmo con aquello que sucedía. Entonces recuerdo estar solo en mi habitación, luego de haberme corrido (aquella había sido una gran paja), y ver como el hombre se corría dentro de aquella chica de pelo corto.
A continuación, un primer plano de su culo, redondo y apetecible. Con sus manos de uñas largas, se abría el coño, y de ahí, de esa profundidad y oscuridad, la semilla de aquel hombre salía despedida, blanca y lechosa.
Aquello me causó conmoción. Tanto me gustó ver aquello que no tardé en correrme de nuevo.
Desde entonces, cuando me hacía con alguno de estos DVD, siempre esperaba hasta que todo pareciera a punto de terminar, porque mi orgasmo era más intenso cuando veía un creampie. Y cuando no había uno, de igual forma disfrutaba; aunque no tan intensamente.
Un creampie por primera vez
Tuvieron que pasar años antes de que pudiera experimentar yo mismo ese momento tan deleitoso que es el ver tu obra hecha realidad.
Como suele pasar, mis primeros encuentros sexuales estuvieron marcados por la protección, ya que fueron con parejas casuales. Es decir, que mi semilla, que deseaba ver chorreando, terminaba restringida y olvidada en un preservativo.
Fue cuando tuve mi primera relación formal que pude vivir aquello.
Luego de varios meses saliendo, ella me dijo que quería empezar a cuidarse de otra forma.
—Joder, que no podemos estar comprando condones todo el rato. Que son baratos, si, pero que es un coñazo tener que estar usando plástico entre nosotros.
Yo estuve de acuerdo.
Una vez que eso estuvo arreglado, tuvimos nuestro primer encuentro sin esa división.
En momentos como ese, temes que el encuentro tan esperado termine por no ser tan placentero. porque estás tan preocupado porque todo salga bien…
Pero aquello era estúpido. Cuando nuestros labios se tocaron, empezamos a echar chispas.
Recuerdo verla, de rodillas, chupándome y masturbándome. Alternaba entre su mano y su boca. Luego yo me dirigí a su coño. Y mientras lamía su clítoris, con un par de dedos penetraba en ella, y sentía cómo se iba humedeciendo poco a poco.
Pero lamer se siente incompleto, así que me pidió que me detuviera y que entrara. Me levanté un momento y la vi, tendida sobre la cama. Tenía una línea de vello (que creo que se llama depilado francés) y aquello me puso cachondo como nunca.
Entrando en el lugar tan anhelado…
Tenía el cuello largo como un cisne. Sus dos pechos, bastante rosados, me miraba erizados. Debajo de su ombligo, estaba esa línea perfecta de vello. De resto, todo en ella era lampiño. Miré su boca entreabierta y sus ojos, cuyas pupilas parecían platos. Me sentía muy cachondo mirando aquello. Para muchos de nosotros, mirar a una mujer excitada suele ser una fórmula para encendernos tremendamente.
Tomé mi erección y entré en su coño húmedo, lentamente, sintiendo cada pliegue de carne. Ella, por su parte, hacía gemiditos y me apretaba de a momentos, como una mano que aprieta una pelota antiestrés. Al entrar en toda mi extensión, me detuve un m omento y la besé. Yo también latía. Mi corazón iba a millón, como un caballo desbocado, y mi polla, llena de la sangre bombeada por el órgano en mi pecho, latía también muy fuertemente.
—Siento como lates —me dijo ella, con voz entrecortada. Yo le dije que también la sentía.
Salí con una lentitud casi angustiosa; casi tan lento como si en verdad no estuviera saliendo, y luego entré de nuevo así de lento.
Quería disfrutar cada instante, cada segundo, quería disfrutarlo todo.
Quería mantenerme así, hacerlo lento y sentido, pero entonces algo se desbocó dentro de mí. Así, empecé a entrar y salir, una y otra vez, con velocidad y fuerza, de dentro de ella. A darle duro. Metérselo con fuerza. A follarla como solo se puede follar en momentos así.
Llega un creampie
Le di la vuelta y la puse en cuatro patas. Al verla así, abierta, no pude evitar comerle el coño unos instantes.
Luego entré y la empotré.
Primero la tomé del pelo, que era largo, y la halaba hacia mí.
Luego la tomé de ambos brazos, mientras ella gritaba. Aquellos aplausos, de mi carne contra su carne, y aquella penetración tan profunda y placentera; todo aquello era un verdadero sueño. Entrar y salir entrar y salir con todas tus fuerzas, hasta que llegó.
Quedé dentro por completo, dejando que toda mi semilla se derramara dentro de ella. Que tuviera todo lo que saliera de mí. Y me corrí como no recordaba haberme corrido en mucho tiempo.
Entonces me hice hacia un lado y le pedí que me lo mostrara.
Ella se abrió, con sus manos delicadas y pude ver el pozo profundo en el que me encantaba entrar. el pozo latía, se abría y cerraba, y ahí, de ese lugar, salió mi semilla, blanca y lechosa.
Como mi primera vez viendo un creampie; aquello fue tan excitante que quise entrar de nuevo, y con pocas embestidas volví a correrme, no tan copioso como la primera vez.
Fin de la historia
Lo nuestro llegó a su fin, aunque mucho tiempo después; pero todas las veces que me corrí dentro de ella, se guardan en mi memoria. Y de la misma forma en que recuerdo la primera vez que vi un creampie; jamás olvidaré la primera vez que hice uno.
Qué lindo fetiche es este.
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