Relato sexo en público (El Hombre Solitario y la Mujer de la Oscuridad)
El hombre solitario vagaba por las calles en busca de compañía, aunque su alma parecía destinada a la soledad. Cada noche, encontraba refugio en los bares de mala muerte. Lugares donde el alcohol y el humo llenaban el aire espeso. Se sentaba en una esquina, observando a los borrachos y perdedores, compartiendo su silencio con la oscuridad de la noche. De a momentos, presenciaba, en los baños, escenas eróticas. Escenas lascivas de sexo en público en los baños de bares. Escenas que quedaban marcadas en su mente.
Tabla de Contenido
Los bares eran su hogar temporal
Los bares eran su hogar temporal, un lugar donde podía ahogar sus penas y olvidarse del mundo exterior. Allí, rodeado de extraños en busca de consuelo efímero, encontraba un destello de conexión humana. Se refugiaba en las miradas perdidas y las palabras incoherentes que llenaban el ambiente. Pero a pesar de ello, seguía sintiéndose como un extraño en medio de la multitud.
Una noche, mientras observaba la desolación del bar, sus ojos se encontraron con los de una mujer enigmática. Ella irradiaba un aura de misterio y tristeza, una belleza oculta bajo una capa de sombras. Su cabello negro azabache caía en cascada sobre sus hombros y sus ojos brillaban con un brillo desafiante. Era como si estuviera hecha de la misma oscuridad que lo rodeaba.
El hombre solitario sintió una atracción magnética hacia ella. Como si de alguna manera compartieran un destino similar. Lentamente, se acercó a la mujer y se sentó junto a ella en el oscuro rincón del bar. Sin decir una palabra, compartieron la soledad y el peso de sus vidas.
Entonces las palabras brotaron entre ellos. Compartieron sus historias de dolor y pérdida, cada palabra envuelta en el misterio de su pasado oscuro. La mujer habló de noches sin estrellas y de un viaje a través de sombras peligrosas. El hombre solitario escuchaba con atención, sintiendo cómo su propia tristeza se mezclaba con la de ella.
A medida que el tiempo, el hombre solitario se encontró cada vez más atraído hacia la mujer de la oscuridad.
Sin embargo, cuanto más profundizaban, más se daba cuenta el hombre solitario de que había algo siniestro en la vida de la mujer. Estaba envuelta en un halo de peligro. Pero a pesar de eso, su atracción por ella era irresistible.
Sexo en público, sexo en la oscuridad
Así estuvieron toda la noche, compartiendo aquello que había de oscuro en sus almas. Estuvieron hablando y estuvieron bebiendo. En el bar se sucedían los personajes, se sucedían los acontecimientos. Pero a ellos no les importaba. Solo les importaba lo que sucedía con el otro.
Y cuando estuvieron muy borrachos, ella le preguntó:
—¿Alguna vez has tenido sexo en público?
La pregunta le hizo sentir un delicioso escalofrío que le cruzó por toda la espalda. Una puntada en medio del pantalón. Miradas cómplices, y ya no había nada más de qué hablar.
Como otras tantas parejas que el hombre de la oscuridad se había encontrado.
Llegaron al fondo y se encerraron en un cubículo. Ella llevaba un vestido, y no tenía bragas. Solo tuvo que subírselas un poco. +él, por su parte, se soltó el pantalón y, acercándose, en una confusión de besos y balbuceos, entró.
Como un cuchillo que hiere y parte la noche más oscura. Sentía como su carne se abría paso a través de la carne suave y húmeda, pero cerrada. Esa misma carne, como la oscuridad, lo absorbía. Y cómo todas las noches, él entraba y salía de la oscuridad, de esa profundidad, ese lugar sin salida, y que tanto placer da.
Abraza la oscuridad
Su boca pegada a la boca de la mujer. una lengua un poco agria, pero llena de feromonas acariciando la suya. Un beso en el cuello, unos dientes que muerden unos labios. Y, mientras tanto, la carne abriéndose paso a través de la carne. una y otra vez. Adentro y hacia afuera.
Ella lo tomó por la espalda, lo rasgó y le exigió que fuese más duro. El empezó a penetrar con más fuerza, con más violencia. Pero ella exigía más, más duro, más duro. Con más fuerzas. Rómpeme, fue lo último que dijo, entre susurros, mientras apretaba fuertemente su espalda. Rómpeme y déjame sentirte.
No pasó mucho hasta que el hombre se corrió, y en un sonoro gemido, ella se dejó caer en sus brazos.
¿Qué había ahora a su alrededor? Un baño mal iluminado, la oscuridad del bar y del mundo. Pero un gran placer que les recorría el cuerpo. y el gran gusto de haber follado de esa forma tan salvaje. Con los corazones corriendo como caballos salvajes.
Se miraron, se siguieron besando, y un poco recuperados de la borrachera, decidieron volver a hacerlo. Seguir teniendo sexo en público.
Fin.
Para leer más relatos eróticos, visita nuestro blog.