El tío bueno del Gym
El ultimo novio que tuve, me dejó porque decía que ya no sentía nada al estar conmigo. Mi cuerpo, que había crecido por las comidas de navidad, ahora no tenía una forma atractiva para él. Esta confesión me había dejado completamente destrozada, y luego de llorar por muchos días, tomé la decisión de trabajar en mejorar mi aspecto y mi autoestima.
Me inscribí en un gimnasio para el turno de la noche, luego del trabajo. Los primeros días me sentía terrible, me sentía ahogada y mareada con el ejercicio, sin hablar de los dolores musculares que me acompañaban al día siguiente al despertar, pero a medida que mi cuerpo comenzó a acostumbrarse a la actividad física, todo comenzó a ir mejor.
Debo admitir que me sentí inspirada al ver esos cuerpos hermosos trabajar duramente en las maquinas. Mujeres con cuerpos torneados y fibrosos, hombres más similares a estatuas griegas que a mortales comunes. Pero destacándose sobre toda esta hermosa multitud, estaba Manolo. Más alto y fuerte que cualquiera, con los ojos cafés más hermosos. Manolo siempre usaba audífonos con música a alto volumen, ignorando a todos por igual, incluidas las mujeres hermosas y en forma del gimnasio.
Decir que verlo fue quedarme colgada por él, no definiría exactamente el sentimiento que tuve al encontrármelo por primera vez. Nunca me había sentido tan cachonda al ver a un tío alzar pesas y usar calzas deportivas que se apretaban en ese culo duro. En cierto punto llegué a sentirme un poco acomplejada al pasar cerca de él, pero como nunca me daba una segunda mirada, terminé por olvidarme de mis kilos de más y aprovechar la oportunidad de ejercitar el cuerpo y la mente, con todos los pensamientos sucios que me provocaba el cuerpo de él.
Una noche de viernes en la que estábamos casi a solas en el gimnasio, aproveché para hablarle por primera vez aprovechando la excusa de que escuchaba la música tan alta que podía oírla.
—A mí también me gusta Type O Negative —le dije cuando se bajó los audífonos.
Él me miró sorprendido por un momento antes de comenzar a charlar conmigo. Hablamos por largo rato, incluso comenzó a ayudarme con mis ejercicios y cuando terminamos, me acompañó a casa.
—Eres un chico increíble, seguro que las tías se te echan encima —le dije cuando me detuve frente a mi edificio.
Él solo rio nerviosamente luciendo tímido. En un impulso de valor, lo invite a mi departamento a beber un té, lo que aceptó inmediatamente, acompañándome hasta mi piso. Antes de que pudiera poner la tetera a hervir, ya había saltado sobre Manolo, besándolo con hambre.
Sus brazos fuertes me abrazaban tan apretadamente que me hacían suspirar, me sentía lista para ser llenada en cualquier instante.
—Vamos chico grande, fóllame —esto pareció romper el control de Manolo, que comenzó a tirar de ropa, logrando romperme la camisa en el proceso.
Sin previo aviso, me alzó en sus brazos como si no pesara nada, y antes de que pusiera procesar la posición por completo, sentí como su polla se hundía completamente en mi interior, haciéndome gemir muy alto y aferrarme a sus hombros. Manejó mi cuerpo a su gusto, masturbándose con mi coño, trabajando duramente por nuestro placer. Se movía como una vestía furiosa, y antes de pensarlo dos veces, me sentí correrme alrededor de su dura polla. Sin embargo, él no se detuvo, siguió follando mi coño hasta que llegué a preguntarme si duraría toda la noche y sólo entonces, se corrió largamente.
—Desde el primer día que te vi en el gimnasio me gustaste, me encanta tu cuerpo —confesó Manolo con una gran sonrisa.
—Debo decir que me ocurre lo mismo —le contesté.
Desde entonces, además de mi rutina en el gimnasio, Manolo me ayuda a hacer ejercicio cardiovascular en casa.
Fin.
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