Curando mis problemas de erección
Creo que a todos los hombres nos cuesta hablar de los problemas de erección. Pero esto es algo totalmente normal, como me dijo el doctor, todos podemos llegar a padecerlos en algún momento. Yo recordaba, levemente, que, siendo muy joven, había tenido problemas de erección una noche, cuando tuve la oportunidad de mantener un encuentro con una chica que por aquel momento me tenía la cabeza en las nubes. Aquello no funcionó, pero en ese momento, en vez de admitir que había tenido un problema, inventé una excusa y nunca volví a tener la oportunidad de tener un encuentro con esa chica. Todo se había esfumado para siempre. Todo por estar tan nervioso…
Luego de aquella vez, no recuerdo haber tenido problemas de rección nunca más. Siempre que necesitaba que se me parara, esto sucedía, y podía mantener la erección un largo rato, sin deseos de presumir, complaciendo a las demás en lo que fuera necesario. Pero la suerte querría que, ya con cierta edad y mucho camino andado, que me enfrentara a algo así. Os contaré un poco sobre mis problemas de erección, a vosotros, lectores, que en este momento son mis confidentes.
Tabla de Contenido
La edad y sus consecuencias
El tiempo no pasa en vano. Todos creemos que la edad no afectará la forma en la que vivimos, pero, conforme pasan los años, debemos ser más cuidadosos con lo que hacemos, cuidarnos más, dejar los malos hábitos. Claro, esto es fácil decirlo, pero no siempre es fácil ponerlo en práctica.
Yo, como cualquier otra persona, había vivido una vida común, sin preocuparme demasiado de mi salud, porque no tenía nada de qué preocuparme. Eso sí, me gustaba beber, especialmente vino. También tenía la mala costumbre de fumar, especialmente cuando hacía frío.
Todas estas cosas nunca me generaron ningún problema. Pero, con el paso del tiempo, empecé a notar una leve disminución en la potencia de allá abajo. No quería prestarle atención. Un par de veces, a punto de masturbarme, me di cuenta de que no iba a funcionar; esto lo achaqué a que aquel día había bebido mucho, y preferí no pensar en ello.
Pero sucedió ese fatídico día.
Se trataba de una chica veinte años menor, con la juventud a flor de piel. Una piel suave y tersa, el pelo negro y largo, un cuerpo de ensueño y, lo que me parecía extraño, mostraba interés hacia mí.
Dejamos el lugar para tener más intimidad. Me besaba con su boca dulce y suave, yo la tenía tomada por las caderas, atrayéndola a mi cuerpo…
Empezamos a desnudarnos. A la hora de la verdad, no pude tener una erección. Intenté, intenté e intenté, pero conforme más me exigía, peor me sentía, y ella, la pobre, creía que era su culpa.
Curando mis problemas de erección
Supe entonces que tenía problemas de erección. Pero, por alguna razón, esto era algo que tampoco quería aceptar. No es como que vamos por la calle, felices y contentos, de gritar que tenemos problemas de erección. La verdad es que tener problemas de erección es, más bien, algo humillante. Sientes que dejas de ser un hombre y que los problemas de erección son una muestra de tu fracaso. Eres muy duro contigo mismo.
Por suerte, pude superar un poco esos sentimientos y ponerme en manos de un doctor que, como no podría ser de otra forma, me dijo que mis problemas de erección eran un problema de salud. Que necesitaba ejercicio para hacer que mi sangre fluyera bien y que, de ninguna forma, pensara en usar pastillas. Que aquello que me sucedía podía resolverse con ejercicio. Y que, quizás, también el estar con una chica tan joven había influido en mí.
Yo no suelo prestar atención a ese tipo de tonterías. No me gustan los médicos. Pero, en este caso, sentí que el doctor tenía rzón, y en vez de seguir siendo tan duro conmigo mismo, decidí que iba a escucharlo. De igual forma, ya no tenía nada que perder. Ya había pasado por la mala experiencia y ya había llevado una vida entera sin preocuparme por mi salud.
Por lo que empecé a ejercitarme. Me apunté a un gimnasio, empecé a comer mejor y me dije a mi mismo que, a partir de ese momento, no volvería a dejar que una mujer me hiciera sentir nervioso. Si bien es turbante el estar en una habitación a solas con una jovencita, de piel tersa y cuerpo generoso, no por eso uno debe preocuparse.
Después de algún tiempo, me sentía increíble y de los problemas de erección, ya no me acordaba…
Sin problemas de erección
Aquella era una chica joven, de pelo rojo y ojos claros, con un genero par de pechos. La había conocido en el gimnasio y habíamos quedado. Luego de un par de salidas, nos encontrábamos en mi piso. Mientras bebíamos, ella se desprendió del abrigo con el que había entrado. Se desprendió de sus zapatos, mostrando un par de pies hermosos, de unas pintadas y un pequeño tatuaje en el pie izquierdo. Y así, sin darme cuenta, se desprendió de toda su ropa y estaba así, desnuda, con su cuerpo blanquísimo, frente a mí, esperando por mí.
Por suerte, los problemas de erección habían desaparecido mucho tiempo atrás.
Ella se acercó a mi y me abrió la bragueta, sacando mi erección, que fuerte y orgullosa se erigía, esperando ser devorada por esa boca pintada de un rojo incluso más intenso que el de su pelo.
Lo introdujo todo en su boca y lo chupó con gusto.
Luego se echó en el sofá, abriendo las piernas de par en par. Sostuve sus tobillos y admiré su coño, abierto también para mí. No pude evitar sumergirme en él, dándole mi lengua y escuchando esos deliciosos gemidos.
Pero aquello no duraría mucho, era solo un preámbulo para el momento.
Entonces, me puse el preservativo y entré en toda mi extensión.
Se sentía maravilloso volver a estar duro dentro de una mujer, con sus paredes apretándome y sus gemidos en mis oídos, golpeando mi corazón y mi mente cabalgando como la estaba cabalgando a ella.
Adiós a los problemas de erección
Empotrándola, martillándola, no pude evitar pensar en los problemas de erección que había tenido tiempo atrás, y me sentí feliz.
Fui muy duro conmigo mismo, pero, por suerte, había sabido escuchar, y, en ese momento podía disfrutar.
Tomé sus pechos generosos en mis manos y la seguí empujando, mientras ella movía su pelvis hacia mí. Así, em corrí como no recordaba hacer en mucho tiempo. Me sentía mejor que antes y ella, con esa sonrisa en su rostro. Me lo demostraba.
Estaba mejor que antes. Sin problemas de erección.
Para leer más relatos como este, visita nuestro blog haciendo click aquí.