Deseando un beso negro
En un piso cualquiera, las luces se van apagando, una a una, dejando las habitaciones en penumbras. En una de esas habitaciones, sobre una cama, un hombre y una mujer se encuentran. Ambos separados por algunos centímetros, tratan de reconocerse en la oscuridad. En la mente de los dos están las mismas cosas: el deseo, el ardor del pecho, la ansiedad, el beso negro del que habían hablado minutos antes.
Tratan de reconocerse y tocarse en ese lugar que es todo oscuridad. Los ojos se van acostumbrando y ellos se van acercando. Primero las manos se tocan entre sí. Las manos tocan las espaldas, y atraen cerca el otro cuerpo. Juntos, los pechos menudos de ella con el pecho musculoso de él, mientras sus bocas se juntan en un beso. Los brazos de ella reposan sobre los hombros de él. Las manos de él reposan en las caderas de ella.
Las bocas hinchadas de tanto rozarse dan paso a las lenguas húmedas, y a las bocas llenas de esa saliva que huele a deseo. Dos lenguas suaves, que disfrutan es bailar juntas, en tocarse, como se tocan ellos.
Y mientras sus dos lenguas juguetean, se van desvistiendo, hasta quedar completamente desnudos en la oscuridad. Sus mentes completamente limpias de cualquier cosa que no sea ese momento: en nada pueden pensar, ni siquiera en la conversación que tuvieron minutos antes sobre un beso negro. Solo existen sus dos lenguas que no pueden estar separadas y sus cuerpos desnudos.
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Masturbándolo hasta el hartazgo
Ambos cuerpos sobre la cama, ella sobre él, palpando la erección que tiene en medio de las piernas. Va bajando por el cuello y por el pecho, besándolo. Nada puede ver, pero se imagina que ahí está el tatuaje del colibrí. Más abajo, está el tatuaje con una frase Rimbaud. Sigue bajando y llega hasta el vientre. Ahí se detiene a besar un poco hasta que llega al falo erecto, que coge con las manos y masturba lentamente, de arriba abajo. Acerca la boca y lo chupa, como se chupa un helado, dejando tu marca de saliva. Humedeciéndolo con su propia saliva, se le hace más fácil masturbarlo.
Lo frota de arriba a abajo, y se lo mete a la boca un par de veces; adentro, afuera; adentro afuera; luego lo sigue masturbando.
Un flash cruza su mente y el recuerdo de una conversación le dice qué es lo que tiene que hacer a continuación, no chuparle la polla hasta que le acabe en la cara, como le gusta que él haga, sino bajar a darle ese beso negro.
Mientras lo pajea, baja a los testículos, que chupa, lame, juega un poco con ellos. Esto es solo una formalidad hasta encontrarse con la línea del perineo, que lame suavemente. Siente que él se estremece, así que baja la intensidad, dejando que él se vaya acostumbrado. Y cuando siente que está completamente bien, lo lame más…
Deseando un beso negro
Un beso negro es lo que desea, y mientras lo masturba, va bajando lentamente. Besándolo y lamiéndolo con la misma pasión con la que besaba y lamía su boca. Entonces se encuentra en el culo. Y cuando ´posa su lengua ahí, siente que él se estremece especialmente.
«¿Estás bien?» le pregunta. Él responde que sí, que se trata de una sensación muy intensa, por lo tanto, que lo tome con calma. Entonces ella detiene la velocidad del beso negro y de la paja que le está haciendo.
Con más lentitud y suavidad va frotando de arriba abajo, mientras besa dulcemente el culo de su hombre. Su hombre que tanto disfrutas. Y él estar en esa zona, que él durante mucho tiempo no le había dejado tocar, para ella es un potente afrodisíaco. Le gustaría estar en una mejor posición y acercar una de sus dos manos hacia abajo, y tocarse un poco, liberar un poco la tensión que no hace sino acumularse. Pero es muy complicado.
Prefiere concentrarse en él, que, con las dos piernas abiertas, mostrándole el culo, la está recibiendo entre gemidos y gruñidos.
«Más intenso, aumenta la velocidad», le dice él. Son palabras suficientes para que ella se excite y se encienda más, dando todo lo que puede dar en ese beso negro.
Le come el culo mientras lo pajea con energía, luchando por mantener el ritmo con su pequeña y suave mano, que apenas si se puede cerrar alrededor de esa gruesa polla.
Un beso negro y un orgasmo
«Sigue así, sigue así», le dice él entre gemidos y gruñidos.
Ella recuerda brevemente la última vez que le comió el culo a alguien en un beso negro. Aquello fue cuando aún prefería a las tías más que a los tíos. Recuerda estar en un coño jugoso, bajando hasta el culo, que se abría y que pedía ser penetrado.
Con ese pensamiento en mente, penetra el culo de su hombre con la lengua, entonces el deja escapar unos pequeños gritos. Está en sus manos. Ella está completamente apoderada de él. El placer está en lo que ella hace.
La velocidad aumenta con la intensidad, y la tensión se vuelve casi insoportable, hasta que un «me corro, me corro», hace que ella se detenga, sintiendo como las gotas caen sobre su brazo, y su mano se llena de la sustancia blanca que emana del cuerpo de su hombre.
Le da un último beso negro, que lo estremece aún más y se relame la mano, disfrutando el sabor.
Luego lo besa, y se acuesta junto a él, frotándose.
Cuando se recupera, cambian de posición: ella se pone boca arriba y él la besa, bajando, yendo hacia ese centro. Un orgasmo por orgasmo. Un beso negro por un beso negro. y ahora le toca a ella recibirlo.
Fin.
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