Disfrutando del sexo anal
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Sofía y su historia
Quien mirase a Sofía en su día a día jamás sospecharía la persona que era y lo que disfrutaba del sexo anal. Mirándola, sentada en su trabajo aburrido, o en algún asiento de transporte público, con los cascos puestos y sus gafas, cualquiera pensaría que se trataba de una chica normal. Pelo negro, un poco alta, delgada y una expresión siempre perdida. Nadie se la habría imaginado disfrutando del sexo anal.
Pero debajo de esas prendas de ropa, había un cuerpo de mujer como un reloj de arena, un culo duro y un par de pechos como naranjas.
Sofía era una de esas chicas que no disfrutaban en gritarle al mundo sus gustos. Prefería guardar todo para la intimidad, donde se masturbaba con enormes dildos o con su mano violenta, o follaba a algún chico hasta que sentía que su cerebro se derretiría. Disfrutaba enormemente del sexo, pero a la vez el sexo le generaba una frustración. Porque se había dedicado a probar distintas prácticas, pero una en particular, que le excitaba mucho ver, nunca la había podido llevar a cabo satisfactoriamente.
Se trataba del sexo anal. La gran frustración de Sofía era el sexo anal, porque las pocas veces que lo había intentado hacer, las cosas no habían salido bien.
Primera vez con el sexo anal
Durante el sexo anal, es normal
que sucedan accidentes. Pero este no era el caso de Sofía. Su frustración por
el sexo anal venía por varias razones distintas.
Cuando se enamoró por primera vez de un chico, ya tenía unos 19 años y llevaba
algún tiempo disfrutando las bondades que el placer le ofrecía. Disfrutaba de
su cuerpo y del cuerpo de los demás.
Pero con Ricardo pasaba algo distinto. No solo sentía una conexión física con él, sino también, digamos, espiritual. Quería que él se introdujera dentro de ella de todas las formas posibles. Quería tenerlo en su cabeza hablando. Quería tenerlo en su boca besándolo o chupando su polla. Quería tenerlo dentro de su coño, su centro, empujándola hasta el cansancio. Y quería tenerlo dentro de su culo, empujando hasta el fondo.
Un par de veces intentaron tener sexo anal. En la primera, los sorprendió el roomie de él, por lo que tuvieron que parar. En la segunda vez teniendo sexo anal, ella estaba cansada por el trabajo, por lo que no lo disfrutó. Y la tercera vez teniendo sexo anal, ni siquiera se suponía que fuera eso, sino que Ricardo se equivocó. Había pasado tanto tiempo, lo habían intentado más veces, pero siempre había algo en medio.
Sofía y su corazón roto
Ambos terminaron por olvidar el sexo anal y prefirieron concentrarse en formas más comunes de follar. Así, cuando pasaban el tiempo juntos, casi no hacían otra cosa que no fuera follar.
Ambos estaban desesperados por la necesidad del cuerpo del otro: ella sentía la necesidad de que él se metiese dentro de ella de todas las formas posibles, de sentir el sabor de su sexo, de su saliva, de su carne. Deseaba tenerlo, poseerlo, volverse uno con él. Y Ricardo, por su parte, disfrutaba mucho el follar con Sofía. Aunque no más de lo que disfrutaba follar con cualquier otra persona.
La lengua de la chica era experta y él disfrutaba correrse en su boca, o tenerla sobre él saltando. Él disfrutaba de ella y ambos pasaban un buen rato juntos. Quizás más Sofía.
Hasta que llegó ese fatídico día en que Sofía lo vio, desde la ventana, follando en el balcón con otra chica. Una chica desnuda, quizás más hermosa, que gemía a todo pulmón mientras él la empujaba por detrás. Hasta quedaba todo. Todas aquellas veces en que se divirtieron, todas esas veces en que fueron uno, incluso todas aquellas veces en que intentaron disfrutar del sexo anal. Todo se había acabado. Sofía loa arrancó de su vida y no volvió a saber más de él.
Disfrutando de la vida de nuevo
Luego de esa decepción amorosa, Sofía no quiso saber nada del cuerpo nadie. Ni de hombres ni de mujeres. Incluso tuvo un triste periodo en su vida en que ni siquiera quería tocarse a si misma.
Se sentía decepcionada.
El sexo, que había sido aquello que tanto había disfrutado, simplemente ya no la satisfacía.
Sin embargo, este fatídico tiempo, terminó por ceder. Las heridas sanan y la vida continua.
Así ella volvió disfrutar de su propio cuerpo, primero jugando con aquellos juguetes que estaban tristes y la tenían olvidada, luego saliendo con chicos.
Por aquel tiempo, empezó a jugar consigo misma, pues la frustración de no poder disfrutar del sexo anal la seguía acompañando. Entonces, usando un plug, ser tocaba hasta llegar al orgasmo. O se follaba a sí misma, en un anal muy personal, mientras con un vibrador se estimulaba. Aprendió de esta forma a disfrutar del sexo anal, aunque quería hacerlo con alguien que fuera especial. Porque, pese a que pasaba un buen rato follando con chicos, no quería tener algo tan íntimo como el sexo anal con cualquiera.
Disfrutando del sexo anal
Pero entonces llegó a su vida José. En la noche en que se conocieron, no tuvieron que hablar mucho, pues aquello fue conexión a primera vista. Los besos, las lenguas juntándose, las manos tocando la carne… todo hacía que ese primer encuentro fuera perfecto. Ella lo recibía dentro, sintiendo que era un amante de toda la vida.
Y luego de formalizados, ella decidió que quería tener sexo anal con él.
Y como es la vida, que cuando las cosas tienen que suceder, suceden, aquello fue tal como ella lo planeó. La lengua de José comiéndole el culo como nunca se lo habían comido en su vida. Su polla dura y llena de lubricante entrando lenta y suavemente en aquel lugar tan sagrado, recibiéndolo como si estuviera hecho ese culo para él.
Tomándola de las tetas y del pelo mientras se lo metía con fuerzas, entrando en medio de sus gemidos enloquecidos y los gruñidos furiosos de él.
José corriéndose copiosamente dentro de su culo, dejándole una sensación deliciosa. Una sensación de conquista. Había aprendido a disfrutar el sexo anal. Nunca pensó que tendría recuerdos como este, disfrutando el sexo anal. Pero, de la misma forma en que nadie esperaría que ella fuese quien es, de esa forma inesperada el sexo anal se volvió tan placentero que ahora no puede parar de disfrutarlo.
El fin.
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