Disfrutando hablarle sucio a una mujer
Siempre he sido de la opinión de que, generalmente, el silencio es la mejor forma de comunicarse. En la habitación, creo que la respiración entrecortada, los susurros y los gemidos son la mejor forma en que se le puede transmitir a la otra persona como te estás sintiendo. No obstante, con el tiempo y con una experiencia particular, aprendí a disfrutar el hablarle sucio a una mujer. Decirle aquellas cosas que no me atrevía a decirle a otras mujeres, susurrarle al oído, en medio de una gran multitud, todas las cosas que quería hacerle… en fin, disfrutar el hablarle sucio a una mujer, historia que ahora les contaré.
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Esa mujer especial
Clara y yo nos conocimos como se suele conocer la gente, a través de amigos en común, y desde un principio, me di cuenta de que era una mujer con la cual era delicioso hablar. No soy un hombre de compartir mis opiniones, porque la gran mayoría de personas con las que me he encontrado, más que escucharme, intentan decirme lo que piensan o cambiar mi forma de pensar. Pero con Clara era distinta, me sentía escuchado. También me gustaba escucharla, cosa que tampoco pasaba muy a menudo con nadie. Las cosas que tenía para decir eran muy interesantes, y tenía tal elocuencia que no se hacían pesadas. Empezamos a quedar de vez en cuando.
Y como suele suceder con las personas que quedan, terminamos por liarnos un par de veces, aunque mayormente bajo el influjo de unos vinos y unas cervezas, por lo que aquellas primeras veces no son memorables. Después vendría lo bueno, esos momentos maravillosos, donde aprendería a hablarle sucio a una mujer como Clara, excitándonos a ambos como solo lo pueden hacer las palabras.
Gemidos deliciosos
Luego de esas primeras veces, tuvimos encuentros en los cuales estábamos completamente sobrios. Era algo en lo que insistí. Me sentía muy bien con ella, y aunque había sido divertido, quería poder disfrutarla en toda la extensión e la palabra. Disfrutar con ella y de ella sin anda de por medio.
Es entonces cuando aprendería cómo hablarle sucio a una mujer como Clara. Cuando le dije esto, ella me empezó a preguntar:
—¿Quieres follarme?
Asentí, un poco intimidado.
—¿Cómo quieres follarme?
Pensé unos instantes la respuesta que iba a dar.
—¿Quieres follarme como la última vez, de perrito, tomando mis caderas y tirándome del pelo? Quizás te gustaría follarme en otro lugar…como sobre la mesa, a mi me gustaría que me comieras el coño sobre la mesa… esa lengua tuya, debería ponerla a jugar.
Fue tan directa con sus palabras que me sentí intimidado, yo no estaba acostumbrado a hablar tan abierta y directamente sobre el sexo. Ella sonrió y lo dejó pasar, pero luego, en el acto, en medio de sus gemidos, empezó a hablarme sucio, entre gemidos me decía:
—Fóllate mi coño, vamos. Quiero sentirte, quiero sentirte dentro de mí, llenando cada espacio, cada pedazo. Fóllame como si quisieras perderte en mí.
Y luego:
—Córrete en mi boca, vamos. Quiero sentir toda tu semilla bajando por mi garganta…
Era intimidante, pero a la vez era obsceno y delicioso. Me dije a mi mismo en ese entonces que debía aprender cómo hablarle sucio a una mujer como Clara.
Disfrutando hablarle sucio a una mujer
La siguiente vez, mientras estábamos en mi piso, charlando en la cocina, recuerdo que ella volvió a preguntarme:
—¿Te gustaría follarme?
Entendí entonces que, lo que en verdad la calentaba, era el hablar. En algún lado había leído que la charla sucia, la charla erótica, o como quiera que se llame, es una de las fantasías más comunes entre las mujeres. Y pensé que quizás habíamos hablado sobre algo referente al sexo las primeras veces que los hicimos, solo que no me acordaba. Así que me decidí que tenía que seguirle el juego. Empecé a hablar también.
—Me gustaría follarte aquí, en la cocina.
—¿Sí? ¿Cómo me follarías?
—Te recostaría sobre la mesa, abriría tus piernas, y entonces me inclinaría, a comerte el coño y adorarte como en la antigüedad se adoraba a las diosas.
—Cuéntame más.
—Cuando estuvieras lo suficientemente húmeda, te follaría, tomándote de las piernas, atrayéndote hacia mí, para meterme duro, muy duro, dentro de ti.
—¿Y qué harías después?
—Me quitaría el condón y me correría sobre tu vientre…
Quise seguir diciendo algo, pero sus labios se juntaron con los míos. Se sentía apasionada, deliciosa. Por fin estaba aprendiendo cómo hablarle sucio a una mujer, y aunque a mi me gustaban los silencios, lo estaba disfrutando.
Hablarle sucio en medio de la acción
Aprender cómo hablarle sucio a una mujer no solo es juego previo, también en la acción, donde era más tímido. Como he podido decir, yo era de la referencia de mantenerlo todo en gemidos y gruñidos, pero, en ese momento, me sentí motivado a seguir su conversación.
Efectivamente, ella estaba sobre la mesa, acostada en toda su extensión. Esta estaba exactamente al nivel perfecto, lo que me permitía, con mucha comodidad, tomarla por las piernas y empujarla con fuerzas.
—Siento que me llegas muy hondo. Casi te siento chocar con mis paredes. Quiero apretarte, no quiero dejarte salir…
—Siento tu coño húmedo, que se abre para recibirme. Siento que podría entrar hasta tu garganta.
—¿Te gusta verme así?
—Te ves increíble.
—¿Te gusta mi coño?
—Me encanta tu coño.
—¿Quieres comerlo?
—Si.
Entonces salí de dentro de ella, sumergiéndome en ese abismo tan delicioso y húmedo.
—Cómeme el coño hasta que desaparezca por completo. Cómetelo hasta que ya no quede nada —me decía entre gemidos.
Me corro en su cara
—Quiero correrme en tu boca —me empezó a decir—, quiero que saborees mi orgasmo, que saborees cómo mi coño se contrae y se expande. Quiero que me folles con tu lengua, ah…
Me tomó la cabeza entre sus manos y me apretó fuerte contra ella. Hice lo que me pidió, y la penetré con mi lengua, lamiendo las paredes y alrededor.
—Ah… ah…—decía.
—Ahora fóllame hasta que te corras tú, ten un orgasmo en mi orgasmo.
Volví a la posición inicial y la follé con todas mis fuerzas. Estaba más húmeda aun y se sentía bien, caliente y delicioso.
Fue entonces que, desde mi interior, le dije:
—Quiero correrme en tu boca.
—¿Si? —Me preguntaba entre gemidos.
—Si, quiero correrme en toda tu boca, que me lo chupes tan fuerte que lo succiones entero. Quiero follarte la boca y que te tragues toda mi semilla. Quiero que me recibas en tu boca… ah… creo que me voy a correr.
Al ver que estaba a punto, se bajó de la mesa y se inclinó frente a mí, con la boca a vierta, dispuesta a recibirme.
Bocas sucias para hablarle sucio a una mujer
Le di todo lo que salió de mí. No solo mi semilla, sino mis palabras y lo poco que había aprendido cuando estuve aprendiendo cómo hablarle sucio una mujer. me corrí en su boca y me sentía tan bien dentro de ella, que terminé por follar su boca, mientras se tocaba y gemía.
Y de esta forma, aunque seguía pensando que a veces el silencio es lo mejor, había aprendido que también es delicioso saber cómo hablarle sucio a una mujer. Además, con la boca sucia, llena de la humedad de su coño, se hace más fácil decirle guarrerías.
El fin.
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