En la piel de Marta: Capítulo 2
El silencio nos acompañó por la ladera, pero aquello no me causó ni una pizca de ansiedad o preocupación, al contrario, me sentía muy tranquila, casi como si estuviera a punto de deshacerme de algo muy molesto. Cuando por fin llegamos a una zona rodeada de frondosos arboles, Raúl me hizo detenerme, y en un alarde de caballerosidad, que me pareció muy gracioso, me ofreció su chaqueta de cuero para que tomara asiento.
―Tienes unos hermosos ojos, Marta ―Me dijo Raúl luciendo repentinamente tímido.
―¿Vas a besarme? ―Pregunté más interesada en pasar a la acción.
Él dudó brevemente antes de inclinarse hacía mi para presionar nuestros labios. El calor, como una gran explosión, atravesó mi cuerpo en oleadas, erizándome por entero. Sus labios eran húmedos y calientes, su boca era torpe al igual que la mía, pero eso nos motivó a avanzar aún más rápido entre jadeos.
Bajé un poco la parte superior de mi vestido, ansioso porque me tocara los pechos; él se congeló ante la visión de mis pezones erizados. Esperé paciente un par de segundos, y cuando no hizo amago de moverse, tomé su nuca y lo atraje a mi, ansiosa de descubrir cómo se sentiría su boca contra mi pecho.
Cuando Raúl chupó con fuerza, sentí como me derretía en su boca y en mi vientre se comenzó a construir sólidamente el camino hacía ese lugar feliz donde no existe consciencia alguna, solo la carne convulsionándose eternamente.
De pronto, también subió la parte inferior de la prenda, y mi sencillo vestido blanco quedó completamente arremolinado en mi cintura. Raúl parecía más impaciente que yo y aquello me gustó mucho; él me gustaba mucho.
―¿Tienes un condón? ―Pregunté sin rodeos, abriendo las piernas.
―No estoy seguro ―Raúl dudó, comenzando a buscar en sus bolsillos.
―No quiero un crío, así que si quieres hacerlo es mejor que tengas un condón ―dejé muy en claro y mi respuesta pareció dejarlo momentáneamente sorprendido, pues mi carácter dócil parecía haberse esfumado de pronto.
Sentía demasiado deseo como para preocuparme por amabilidades, quería desesperadamente sentir aquello que mi mamá llamaba sucio y pecaminoso. Quería pecar, y el solo pensamiento me hacía querer echarme a llorar a la par que me mojaba las bragas.
―¡Lo encontré! ―Exclamó Raúl triunfante para luego trabajar en sacarse los pantalones en tiempo récord.
Me quedé en mi lugar, luchando contra el deseo que acariciarme el coño hasta correrme, me pareció que podría resultar ofensivo para Raúl y no quería que se detuviera. Se puso el condón con manos temblorosas antes de acercarse a mi.
Miré su polla fijamente por algunos segundos, era la primera vez que veía con completa claridad a un hombre erecto. Lo primero que pensé fue que me gustaba mucho la polla de Raúl, tenía ganas de tocarla y meterla en mi boca. No había tenido oportunidad de ver mucha pornografía, porque era otro tiempo y otro lugar, pero había escuchado a mis amigas decir que a los chicos les encantaba que se la chuparan.
―Tranquila, Marta ―me susurró mientras me empujaba suavemente para que estuviera acostada. No quise responder nada mientras seguía esperando.
El primer intento de penetrarme falló por completo, en el segundo su polla comenzó a presionarse contra la entrada de mi culo y curiosamente la idea de que me la metiera por detrás me puso aún más cachonda, pero antes de que pudiera entrar en ese lugar prohibido, volvió a resbalar.
―Quieto ―pedí en voz baja a punto de perder la paciencia por completo.
Estiré mi mano y tomé su polla, sintiéndola caliente y palpitante. Lo atraje a la entrada de mi coño y cuando lo miré, él supo que debía empujarse dentro. Mi cuerpo opuso resistencia; a pesar de que había follado mi coño con un dedo antes, estaba lejos de estar lo suficientemente abierto como para que la invasión no me resultara incomoda. Sin embargo, aquella experiencia estaba lejos de ser una agonía dolorosa como me habían advertido.
Raúl inspiró hondo cuando estuvo completamente dentro, cerró los ojos con fuerza por un momento antes de comenzar a moverse lentamente. La incomodidad desapareció muy pronto, dejando paso a una sensación burbujeante en mi vientre. La fricción de su polla en mi coño se convirtió en un placer agudo que iba aumentando gradualmente con cada embestida.
Muy pronto estuve completamente fuera de mi cabeza, sorprendida y trastornada por las sensaciones en mi cuerpo, ansiosa por alcanzar lo que parecía el orgasmo más intenso de mi corta vida.
Por fin el vacío en mi coño había desaparecido por completo: estaba llena y feliz.
Entonces Raúl se corrió con un empuje vigoroso antes de quedarse inmóvil, tirando de mí como un ancla y regresándome a la tierra con el desagradable sentimiento de insatisfacción. Inmediatamente me sentí colérica.
―Eso estuvo bien, eh, nena ―dijo Raúl con voz ahogada y una sonrisa tonta en su cara al salirse de mi coño.
―No me corrí aún ―contesté frunciendo el ceño con molestia.
―Yo sentí como te corriste ―se río él sacándose el condón y poniéndose los pantalones―. Soy muy bueno follando, no tienes que ser tímida ahora.
―Te estoy diciendo que no me corrí, haz algo ―exigí molesta, mirándolo a los ojos.
―No sé que mosca te ha picado ahora, te estas comportando como una perra desagradable ―se quejó él tirando de su chaqueta de cuero que estaba bajo mi trasero. Me levanté un poco para que pudiera tomarla.
Me miró brevemente mientras se ponía la chaqueta, luciendo su habitual sonrisa de superioridad, que tanto me había gustado en el pasado, pero que ahora me tenía completamente furiosa.
―Ven, Marta. Te acompaño de vuelta a casa ―propuso él en lo que pareció un gesto de reconciliación.
―Prefiero volver sola ―dije con gesto cortante y noté como la cara de él se puso completamente roja.
Cuando desapareció entre los arboles, volví a dejarme caer de espalda y comencé a acariciarme con fuerza, desesperada por tomar el orgasmo que me habían arrebatado; mas cuando el placer llegó a su punto más alto, me pareció totalmente insatisfactorio.
Volví a casa con la ropa sucia y supe, apenas vi a mi vecino y Raúl reírse, que lo sucedido ya había sido contado.
Continuará…