En la piel de Marta – Capítulo 5
―Tía te has pasado ―le grité a mi prima Laura, totalmente furiosa― mira que darle mi número a ese gilipollas y además quedar con él a beber.
―Tienes que dejar el pasado atrás, Marta ―dijo Laura con tranquilidad, ignorando mi enojo por completo― ya han pasado más de 13 años.
―No quiero tener nada que ver con él ―dije en un intento de calmarme.
―Entonces no le contestes y no vengas a beber tampoco ―explicó Laura aplicándose rubor en las mejillas.
Negándome a continuar mi discusión con alguien que no iba a prestar la menor atención a mis palabras, fui a mi habitación decidida a estudiar gran parte de la noche. Sentaba en mi escritorio, me puse a revisar las ultimas clases y hacer anotaciones en fichas de lo que consideraba que iba a salir en examen de esa semana. Apenas escuché la puerta cerrándose cuando mi prima salió, no quise pensar en nada más que estudiar, pero luego de un par de horas, cuando a mi cerebro no le entraba nada más de información, convencé a divagar en mi cabeza.
―No voy a comerme el coco con tonterías ―me quejé en voz alta, tomando mi teléfono para llamar a Matías, mi follamigo. Tardó un par de toques en responder, pero muy pronto estuvo de acuerdo en pasar para un polvo rápido.
Matías vivía a dos calles de mi edificio y lo había conocido en una cafetería de la zona. Tenía todo lo que me gustaba y me disgustaba de un hombre, era guapo, en forma y un amante talentoso en la cama. También estaba obsesionado con su imagen, era arrogante y le iba al F.C. Porto, lo cual no tenía el menor sentido del mundo y me hacía dudar de su salud mental.
El timbre sonó y corrí a la entrada para permitirle acceso al edificio, subió rápidamente a mi puerta y apenas abrí lo tuve encima comiéndome la boca con hambre. Esa era probablemente una de las cosas que me gustaban más de Matías, siempre parecía muy hambriento por mi, lo que me halagaba y complacía por igual.
Me subí a él y le dejé que me llevara por la sala hacía mi habitación, me dejó en la cama de espaldas antes de arrancarme el pantalón de pijama y las bragas.
―Me moría por comerme ese coño ―masculló Matías antes de hundir su cara entre mis piernas.
Sonreí con gusto y una de mis mano desapareció entre su melena bien cuidaba. Su lengua se arrastraba plana por todos mis puntos sensibles y me tuvo viendo las estrellas en muy poco tiempo. Cuando dos de sus dedos se hundieron en mi coño, sentí como mis ojos dieron vuelta detrás de mis parpados.
Ni siquiera escuché la puerta abrirse, demasiado concentrada como estaba en mi coño a punto de convulsionarse. Matías comió mi coño incansablemente hasta que sentí mi culo y la sabana debajo completamente mojada con mis fluidos.
―Ven aquí, Matías ―jadee desesperada queriendo correrme alrededor de su polla.
Él obedeció de inmediato, sacándose los pantalones y colocándose un preservativo en un tiempo récord.
―Has trabajado tan bien esa boca. Te voy a montar en agradecimiento ―dije totalmente cachonda, tirando de él para que se acostara en la cama.
Me empalé con toda su longitud y lo monté con vigor, trabajando mi coño hasta correrme duramente sobre él, mojando su pelvis con mis fluidos. Matías me siguió muy pronto corriéndose con un gemido grave y largo. Nos quedamos uno contra el otro, recuperando el aliento, sólo entonces pude escuchar los sonidos de la cocina, por lo que supuse que Laura había vuelto pronto.
―Probablemente mi prima este en la cocina ―dije levantándome lentamente.
―No entiendo por qué me odia tanto ―se quejó Matías sacándose el condón y haciéndole un nudo.
―Fue porque measte su cesta de ropa en el baño ―dije sin mucho interés en la conversación, mientas me limpiaba con unas toallas de bebé.
―Estaba muy oscuro y yo había bebido, tía ―se justificó Matías, yo sólo comencé a reírme suavemente ofreciéndole una toallita húmeda para que él se limpiara un poco antes de vestirse.
Salimos unos minutos después sólo para encontrar a mi prima y a Raúl riendo en la sala. Sentí mi enojo explotar de pronto, pero en vez de hacer una escena, decidí actuar con calma. Matías saludó a Laura, obteniendo sólo una mirada de irritación como respuesta, cuando intentó presentarse ante Raúl, lo tomé de la mano y lo guíe a la puerta.
―No te molestes, probablemente no lo veas de nuevo ―dije con calma antes de darle un beso en la mejilla y despedirlo en la puerta.
―Eh tía ―llamó mi prima― odio que ese gilipollas venga a casa.
La miré en silencio antes de darle una mirada significativa un Raúl que me miraba divertido. Laura comenzó a reírse y pude notar que sus mejillas estaban sonrojadas por el alcohol. Me encerré en mi habitación antes de que mi prima pudiera decir algo más y me pasé un par de horas escuchando como ambos se reían y hablaban a gritos. Casi esperé que algún vecino comenzara a quejarse, pero nadie pareció sentirse molesto con el ruido como yo.
―Esto me va a dar muchos dolores de cabeza ―dije masajeándome las sienes, escuchando a Raúl reírse roncamente.
Continuará…