Encontrar el clítoris
Encontrar el clítoris:
La conocí en la calle Marbella, cerca de mi café favorito. Llevaba un vestido corto de verano y el cabello suelto, me gustó como su piel tostada parecía absorber el sol. Me preguntó la dirección de una tienda, el lugar me pillaba de camino y le ofrecí caminar a mi lado. Ella me miró a arriba abajo, decidiendo si era seguro, hasta que aceptó y comenzamos a caminar.
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Caminando por la calle
—Estoy de paso por la ciudad —me comentó mientras caminábamos a la sobra de los edificios.
—¿Cuándo te vas? —pregunté distraídamente.
—Mañana por la mañana —respondió con una sonrisa.
La miré por un segundo y la piel de su escote me llamó la atención unos segundos. Lejos de lucir incomoda, pareció divertirle un poco mi mirada embobada.
—Aprovecha este día para vivir una aventura en la ciudad —le recomendé atrevidamente viéndola a los ojos.
Ella me miró a la cara unos segundos antes de sonreír lentamente y acercar su cuerpo al mío.
—Propón algo y te diré que sí —dijo en tono seductor. Mi respuesta fue besarla.
Llegamos a mi piso
Ni siquiera me di cuenta, pero en apenas minutos estábamos en mi habitación y la veía bajar sus bragas lentamente. La miré con el deseo picándome en la piel, nunca había sentido una necesidad tan grande.
—Quiero comerte —supliqué sin vergüenza alguna.
—Sólo si puedes encontrar el clítoris —me concedió divertida.
La guie a mi cama hasta que estuvo acostada de espaldas. Mirándome, subió sus piernas al borde y las abrió, sin embargo, su coño estaba cubierto aún por la tela del vestido. Quería arrancarle la ropa y tenerla desnuda para siempre, pero aun así esperé que se tomara su tiempo. Ella recompensó mi paciencia deshaciendo un nudo en su cintura y abriendo completamente el vestido para mostrar su desnudez.
Encontrar el clítoris
Mis manos temblaban por el deseo mientras abría los labios de coño y miraba fijamente aquel poderoso botón. Su clítoris parecía llamarme desesperadamente, haciendo que mi boca se hiciera agua con la expectativa de probarla.
Pegué mi boca suavemente y chupé, ganándome un gemido largo que hizo estremecer mi polla. La lamí con largas barridas de mi lengua plana, sintiendo con cada pasada que su clítoris se volvía más duro y caliente. Sus fluidos me mojaban la barbilla, hasta que hundí dos dedos profundamente, llevándola al orgasmo con fuerza.
Hacer feliz a una mujer en la cama
Cuando recuperó el aliento se reincorporó, tomando el control en sus manos. Me arrancó el pantalón y puso el condón en un tiempo récord. La tuve sombre mí empalándose entera y sus jugos calientes me hacían apretar lo dientes en un intento de que todo durara un poco más.
Me montó con abandono, con las piernas abiertas para que pudiera mirar fijamente como su cuerpo y el mío se unían con cada embestida. Me corrí tan intensamente que el cuerpo se me llenó de un hondo escalofrío. Nos abrazamos exhaustos y me dormí de inmediato. Cuando desperté una hora más tarde mi cama estaba vacía.
Encontré una nota en mi mesa de noche en la que se leía:
«Los chicos que encuentran el clítoris y hacen feliz a una dama en la cama, merecen ser montados así de bien»