La primera vez de un chico tímido
Me gusta mucho el anime y a menudo prefiero quedarme en casa, en vez de salir con amigos. No soy demasiado sociable, no me gusta gusta estar en situaciones sociales que me llenan de estrés y ansiedad.
Debo decir que debido a estas preferencias en conjunto, no soy muy bueno para conseguir chicas, aunque no me considero particularmente poco atractivo. Una novia es algo que lleva demasiado esfuerzo, mucho valor incluso, a menudo no siento que yo pueda acercarme a una tía que me gusta, invitarla a salir y conquistarla. Suelo conformarme con mi mano derecha y el cine para adultos.
Suelo pensar que lo único que necesito para tener el valor de hablar con una mujer, es un empujón que me haga perder ese temor que siento. Pienso en mi virginidad como un molesto problema, así que cuando cumplí los 24 años, decidí dar por terminado el asunto y acudir a un profesional que me ayudara a enfrentar mi gran problema…
Hablo de una escort, por supuesto.
Conocí a María en una página de escort. Me pareció hermosa y muy agradable cuando la contacté, cuando le conté que nunca había estado con nadie, no me hizo sentir incomodo en ningún momento, sentí que realmente iba a ayudarme. Nos quedamos de ver en un restaurante porque quise invitarla a cenar y luego iríamos a un hotel cercado.
Cuando llegué al local, sentía las manos húmedas por los nervios, pedí una mesa tropezando con las palabras y me senté en silencio a la espera de María. Pasaron muy pocos minutos antes de que un toque en el hombro llamara mi atención.
―¿Eres Carlos? ―preguntó con una enorme sonrisa. Asentí con la cabeza y me levanté para dar un beso por mejilla.
Se sentó frente a mi y pronto ordenamos algo ligero. Durante toda la cena, la charla fue agradable y me sentí mucho más relajado con el paso de los minutos, María era divertía y sentía que podía simplemente ser yo y hablar con una mujer hermosa, sin sentirme intimidado o tímido.
No obstante mi confianza pasó por una dura prueba cuando llegamos al hotel y entramos en nuestra habitación. De pronto los nervios que pensé que se habían ido, volvieron más fuertes que nunca.
―No te pongas tenso ―dijo suavemente María, dejando su bolso y sobretodo en una silla ― Voy a guiarte paso a paso
―Gracias ―fue la única palabra que logré articular.
María me dio otra sonrisa y sin previo aviso dejó caer su vestido al suelo, revelando una hermosa ropa interior de encaje negro. Sentí que mi boca se abría y mi polla se ponía completamente rígida. Ella me hizo un gesto para que me acercara y obedecí inmediatamente, era simplemente increíble estar frente a una mujer bella y segura de sí misma.
―Tocame los pechos sobre la tela, puedes apretarlos ―dijo ella, ofreciendo sus senos voluptuosos― hazlo suavemente.
Me temblaron las manos mientras las colocaba con temor sobre sus senos turgentes. La sensación de la carne suave y llena, me sorprendió mucho, se sentía increíbles y los duros picos de sus pezones empujando la tela de encaje contra mis palmas, eran muy excitantes.
―¿Quieres chupar uno? ―preguntó ella apartando una de mis manos para exponer un pezón― hazlo con amabilidad.
Acerqué mi boca y pasé la lengua por su pezón erizado. La piel era más suave que el terciopelo en mi boca, me transmitía un extraño impulso de chupar, quería lamer y provocar. Cuando rastrillé mis dientes con suavidad y la hice gemir, sentí que mi polla dio un tirón placentero.
―¿Has visto un coño de cerca? ―preguntó María. Cuando negué con la cabeza me guió a la cama, donde terminó por desnudarse entero y acostarse para enseñarme su centro.
Ver a esa mujer completamente desnuda me hizo perder la cabeza por un momento, nunca antes me había sentido tan excitado y temí correrme en mis pantalones por el impacto de la imagen erótica frente a mi. Con languidez y calma, María pasó un dedo por su coño bien depilado, invitándome a mirar más de cerca.
Me acomodé entre sus piernas para ojear lo más cerca posible su hermoso coño y pensé que era perfecto mientras la excitación comenzaba a brotar de su entrada. El olor limpio y almizclado de ella me llenaba la nariz, quería comerla con desesperación así que me acerqué aun más y dí una larga lamida a toda su raja. Ella me recompensó con un gemido suave. Lamí lentamente, saboreando sus jugos y centrándome en el bulto que percibía mi lengua más arriba de su entrada, suponiendo que ese era su clítoris. Ella se retorció suavemente con aparente disfrute, motivándome a continuar con lo que estaba haciendo.
―Eso está muy bien ―dijo María con la voz un poco turbada― yo estoy lista para pasar a lo siguiente ¿y tú?
―Yo también ―dije de inmediato sacándome la ropa.
María me miró picaramente y antes de que pudiera decir algo, tomó mi polla y la acarició unos segundos con firmeza. Su mano, más pequeña y suave que la mía, se sentía como el cielo. El preservativo lo puso ella con total agilidad y cuando estuve listo, me dejó ir para cambiar de posición.
―¿Te gustaría que tu primera vez fuera a cuatro patas? ―preguntó ella dándome la espalda y poniendo su culo en alto.
Ni siquiera pude responder, me moría por meterme profundamente en su coño jugoso. Guie mi polla hasta su entrada y fallé un par de veces antes de lograr hundirme. Nunca nada me había apretado tan deliciosamente. El calor de su coño me atrapó con tal fuerza que me tuvo viendo las estrellas muy pronto. En un par de empujones gloriosos me corrí. Cuando recobre el hilo normal de pensamientos, me sentí avergonzado.
―No te sientas apenado ―pidió María sonriendo― es normal. Poco a poco aprenderás a extender más el placer y hacerlo durar.
Estuve agradecido con sus palabras y cuando nos despedimos esa noche, pensé que mi decisión de elegir a una profesional que me ayudara, había sido muy acertada. Me fui a casa feliz, habiendo disfrutado cada momento de aquel encuentro.
Y quién sabe, quizás volvería a contratar los deliciosos servicios de una escort de lujo.
Fin.
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