Los secretos de la libido en la mujer
La edad aterra. Con la edad llega la certeza de que la libido en la mujer terminará por desvanecerse. De que la excitación desaparecerá y esas noches en velas, llenas de gemidos y tanto goce no volverán a pronunciarse. Acontecer.
La edad aterra. A Beatriz le aterraba esa idea de que la libido en la mujer se termina luego de pasar el umbral de los cuarenta. Y aterrada por esa idea, superó tal umbral.
Su peor temor se había hecho realidad. Aquello que le habían dicho de la libido en la mujer era cierto. El deseo había desaparecido. Los amantes no la satisfacían. Algo había terminado.
O no.
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Una mujer
La libido en la mujer era una cuestión que siempre había obsesionado a Beatriz. El placer y el deseo eran los temas que mejor —y más a menudo— desgranaba en su cabeza. Pensar en la libido en la mujer la ponía cachonda, pero a la vez la ayudaba a entenderse a si misma. Así entendió que no quería formar una familia ni tener un hombre siempre detrás, molestando. Todo lo que quería era ahondar más en la libido en la mujer y sus misterios.
Por eso, cuando lo profetizado por ese oráculo terrible que son otras mujeres frustradas, Beatriz se dijo que no podía quedarse de brazos cruzados. Y que, en ese momento, más que nunca, era cuando debía ahondar sobre los misterios de la libido en la mujer. Especialmente, como aumentar la libido en la mujer.
Descubriendo los secretos de la libido en la mujer
Y como no podría ser de tora forma, Beatriz juzgó necesario, para conocer los misterios de la libido en la mujer, que debía aprenderlos de la mano de un profesional. Es decir: que debía ser una profesional en el placer y en el deseo quien le enseñase. No una sexóloga, que más que enseñar, solo una charla le daría al respecto. Beatriz, lo que tenía en mente, era aún trabajo práctico. Un trabajo de campo entendiendo la libido en la mujer a través de las mujeres que mejor entienden el deseo: las Escort.
¿Y por qué ellas? Porque solo una Escort podría enseñarle a conocerse de nuevo, a entenderse de nuevo. Solo una Escort podría enseñarle los secretos de la libido en la mujer.
La libido en la mujer: dos mujeres
De manera que Beatriz contactó con una Escort. Una mujer madura, como ella; más que apetecible, como ella.
Al hablar, le fue sincera, diciéndole tajantemente lo que quería: volver a entender la libido en la mujer y poder despertarlo de nuevo. Porque lo había perdido, tuvo que admitir muy a su pesar, había perdido la libido y ya no disfrutaba del sexo. Los amantes le parecían aburridos. Solo quería aprender más sobre la libido en la mujer.
Acordaron encontrarse.
En un cuarto oscuro, aquella mujer le hablaba y le contaba sus secretos. Todas aquellas cosas que había aprendido sobre la libido de la mujer y como la ponía en práctica.
Si bien los secretos primero se cuentan vestidos, terminó por volverse una confesión de secretos sin ropa.
Dos mujeres maduras, más que apetecibles, que podían tomar el placer y disfrutarlo de la forma en que quisieran. Sus uñas largas, sus caricias, sus pelos perfectamente cuidados y sus labios suaves las movían. La emoción de encontrarse con alguien que podía ser su igual, y que no ejercía una fuerza de control, sino, por el contrario, una fuerza similar. De esta forma, Beatriz entendió de nuevo aquello que se le había perdido.
En realidad, descubrió que el placer y el deseo no son elementos que se pierden de la misma forma en que se puede perder una llave para abrir una puerta, que puede desaparecer para siempre sin posibilidad de retorno. Por el contrario, se pueden perder dentro; esa es la forma en que siempre lograrán ser encontrados y ella lo volvía a encontrar en los brazos —y la lengua— de una mujer experta…
La libido en la mujer: dos mujeres y un falo
Una vez que lo retomó, no quiso desperdiciar el tiempo perdido. Todos aquellos meses tan agónicos en los cuales creía que se había cumplido la maldición de la libido en la mujer y que nunca volvería a disfrutar del sexo. Aquel se había convertido en el momento ideal para probar todas esas cosas a las que tanto les temió, incluso en su más tierna juventud.
Más de un encuentro tuvo con aquella mujer que había conocido, quien, además de generarle un placer tremendo, se volvió su confidente. Y entre comidas de culo y de sexo; entre gemidos y besos suaves; entre sensaciones intensas, lo suficiente como para derretir a un ser humano; entre esos momentos, surgieron ideas.
Así, ambas se encontraron frente a un hombre: un falo, dos mujeres. Era un hombre joven, si acaso de unos veinte años. Musculoso, bien dotado. Pero, sobre todo, diferente a aquellos amantes que Beatriz solía tener antes de su crisis. ¿qué diferencia? Además de la edad y del aspecto —ya empezaba a entender que se merecía lo mejor, más aún cuando podía permitírselo—, se diferenciaba de ellos en que él se preocupaba por su placer. el no solo prestaba su falo para ser adorado; él se dedicaba a adorarla a ella y a la otra mujer. Se dedicaba a complacer y a disfrutar. Pocas experiencias como esa.
El orgasmo fue de película: aquella mujer lamiéndole el clítoris mientras él la empotraba, flexionando sus músculos y haciéndola sentir más que una penetración física, una penetración espiritual…
La libido en la mujer: realización
Ahí estaba en su realización. Había logrado entender la libido en la mujer. Había logrado comprender, a ciencia cierta, que la libido es algo que se puede despertar. Y que muchas veces, los amantes no son los indicados para una mujer como ella.
Sosteniendo el falo de su joven amante, de ese veinteañero tan bien dotado, lo engullía. No lo hacía porque él se lo pedía; lo ha´cia porque deseaba sentir su cboca llena. Lo movía y lo frotaba. Estaba preparando los explosivos, para que la explosión la hiciera desaparecer en ese mundo onírico que es la libido bien complacida. Se había corrido y había sido poseía hasta el hartazgo. Había sido adorada y ahora ella, por gusto, adoraba. Consumía aquel falo con presteza. Y entre gruñidos, él le agradecía, acariciándole la cabeza, con un tacto que denotaba cariño.
El sexo hizo explosión. Algo dentro de ella también.
Había comprendido que podía hacer lo que quisiese, cuando lo quisiese. El deseo yacía en ella; la maldición de la libido en la mujer era un mito: la libido real, la fuerza y el deseo, todo estaba dentro de ella.
Engullendo los restos de la explosión y haciéndolo retorcerse —a él que era un semental— Beatriz se sintió plena y satisfecha.
Fin.