Un divertido juego de roles
Se dieron un apretón de manos cuando ambos acordaron lo que harían en el juego de roles. Las reglas, los personajes, la palabra de seguridad. Es un contrato formal, ese juego de roles, en el cual Margarita y Julián, enfundados en dos personalidades completamente distintas a las suyas, encarnarán a un personaje.
Margarita había escuchado sobre esta práctica de una amiga suya, Mariela, cuya fantasía, la de ser detenida por la policía, la había cumplido junto con su pareja. Había sido esposada y luego su pareja, después de un largo rato comiéndole el coño, se colocó el strap on y la folló sin perdón, mientras Mariela, esposada en la cama, gemía sin poderse controlar.
Margarita y su amiga Mariela se habían acostado un par de veces en el pasado, por lo que a ella no le costaba imaginarse la escena de placer que aquella mujer experimentó durante su juego de roles. Luego de hablarlo con Julián, su novio, acordaron hacerlo. Ambos eran jóvenes y les gustaba experimentar.
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Un divertido juego de roles
En sus relaciones, Julián y Margarita no debían establecer quien era el dominante y quien iba a adoptar una posición pasiva, de sumisión. Había algo en la personalidad de ambos que, irremediablemente, los hacía comportarse de cierta forma, él como el dominante y ella como la sumisa. Por muy cliché que suene, a ambos aquello les encantaba. A Margarita le gustaba ser poseída por aquel hombre, quien, por demás, quien se desvivía por hacer que ella se derritiera de placer en sus brazos, pues el placer de ella era el suyo propio.
Por lo tanto, cuando hablaron del juego de roles, quedó claro cuáles eran las posiciones que ambos iban a tomar. En el juego de roles, hablaron sobre algunas fantasías, y Julián no tenía ninguna en particular. No obstante, Margarita si tenía una fantasía que quería cumplir con el juego de roles que se habían propuesto a realizar: el juego de roles del profesor y la alumna.
Ella sería la alumna, que se ha portado mal y que merece el castigo que, oportunamente, el profesor le proporcionará…
El profesor se prepara
Julián no era un hombre que tuviese muchas fantasías, o al menos no pensaba en ellas. Pero cuando Margarita le propuso aquello del juego de roles y le mencionó el juego del profesor y la alumna, algo hizo click en él.
Durante un periodo impartió un curos en una universidad. Era un suplemente, y solo estaba cubriendo a su mentor; no obstante, aquello fue suficiente para conocer a esa chica… se trataba de una mujer joven, que tenía en los ojos el brillo de la juventud y solía usar vestidos que se marcaban en sus pechos firmes, sin nada que los separara de la tela, pirceados y apetecibles. Aquella chica había desarrollado también cierto apego con él, y a veces se quedaba hasta tarde, esperando, quizás, que sucediera algo. Pero la moral 8la terrible moral) de Julián no le permitía hacer ese acercamiento que tanto deseaba. No solo porque estuviera mal, desde el punto de vista ético, el acostarse con una alumna, por mucho que ambos fueran mayores de edad, en sus cabales y que lo deseasen. No. Lo que sucedía era que ya había comenzado a salir con margarita, y Julián era un hombre muy fiel.
Aquel juego de roles le vino como anillo al dedo. En la fecha acordada, se vistió como solía vestirse para impartir su curso. Y de solo pensar en aquella chica, que posiblemente en las clases con él no llevaba bragas, una erección surgió, fuerte y potente, deseosa de insertarse en un coño húmedo. En particular, el de Margarita.
La alumna que se ha portado mal
A Margarita le había sucedido lo contrario. Ella pensaba un poco más en ello. Curioso es que, al igual que esa chica que Julián tanto deseaba, Margarita había sentido atracción por uno de sus profesores. Pero n ose trataba de un hombre joven, como Julián, sino de un hombre mayor, casado y con hijos, pero que a la vez le despertaba un hambre que podría compararse con el hambre que sienten los caníbales cuando devoran su presa.
Había algo en aquel hombre, una seguridad que Margarita nunca tuvo cerca. Una virilidad, pero a la vez una suavidad que no le permitía pensar en otra cosa que desnudarse frente a él y recibirlo ahí mismo, sobre el escritorio. A veces, en clases, Margarita imaginaba que él la poseía con todos los demás alumnos viendo; las mujeres no podían evitar salivar al ver el miembro del profesor, mientras algunos de los hombres se masturbaban.
Aquellas eran unas fantasías sórdidas. Y aunque Margarita nunca hizo ningún avance, pues creía en el matrimonio, quería cumplir esa fantasía con el juego de roles.
No pensaba en otra cosa desde que su amiga le había hablado del juego de roles. No deseaba otra cosa, que vestirse como cuando asistía a la facultad y que el profesor, sobre una mesa, la poseyera. Que se lo metiera hasta que lo sintiese tan dentro de ella que jamás podría sacarlo de nuevo, como una espada que se queda completamente encajada en la carne. Y que luego, después de multitud de embestidas, se corriera dentro y poder sentirlo, sentir su semilla caliente proliferando en todos los lugares, desde su interior hasta su útero, su corazón y su mente, formando parte de ello: volviéndose uno.
Nalgadas para corregir la desviación
Ahí estaban, vestidos con sus respectivos atuendos, disfrutando del juego de roles.
—Oh, señor profesor… creo que he sido una chica mala, muy mala —ella le había dicho.
—Entonces, creo que te mereces un castigo —él le respondió.
Subiéndole la falda, mostrando un culo que no estaba cubierto por sus usuales bragas, Julián empezó a darle nalgadas.
Poniéndola en cuatro patas, nalgueó aquel culo, hasta que quedó rojo y de los ojos de Margarita corrieron lágrimas de placer.
—Pero creo que aún no he aprendido, señor profesor… —le dijo ella—, creo que necesito otro tipo de castigo, uno más contundente y… duro…
—Si, creo que te mereces un castigo más duro, que te torture justo ahí, donde es más sensible.
De esa forma, en toda su extensión, se metió en ella, que lubricaba como no hacía desde hacía mucho tiempo. Su sexo estaba abierto, como suelen abrirse las flores ante el sol, y recibía aquel sexo erecto y fuerte con gusto. Como una persona que anhela el agua o la comida luego de un larguísimo ayuno, así se sentía aquello.
Embistiéndola, ambos gemían de placer.
Así se terminó ese primer juego de roles, con ambos, cosa curiosa, corriéndose a la vez. Derrumbados y cansados, no dejaban de pensar en el próximo juego de roles que disfrutarían.
El fin.
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