Una noche de sexo gay
Dos hombres anónimos, como cualquiera que puede habitar una gran ciudad, miran sus móviles y se preguntan qué es lo que les deparará la noche. Cada uno en su respectivo trabajo; uno en una barra, el otro en una oficina. Uno que está acostumbrado a las noches de placer casual y el otro que apenas se está conociendo a sí mismo. Un mensaje les deja saber que aquella será una noche; noche de sexo gay.
Uno traga saliva, un poco asustado, con el corazón latiéndole en el pecho a mil por hora. Está emocionado, pero a la vez está asustado. Una erección se dibuja en su pantalón. Mira la pantalla de su ordenador y se plantea buscar porno, de esa que ha estado viendo últimamente. Pero recuerda que está en la oficina y decide esperar a que la erección disminuya. Pasan muchos minutos antes de que eso suceda, y distintos pensamientos sucios y deliciosos vagan por su mente. «¿Sexo gay?» Se pregunta. «¿Quiero tener sexo gay, sexo con otro hombre?» La erección entre sus piernas, apretando el pantalón le responde sin palabras.
El otro, con una sonrisa maliciosa, lee detenidamente los mensajes. Sabe con quién se encontrará. No porque ya lo conociera de antemano, sino porque estaba acostumbrado a ese tipo de hombre. Y una de sus fantasías más recurrentes, y mejor cumplidas, es la de confesor, la de conversor, la del perverso. El malo de la película; el que disfruta más.
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La ansiedad antes de la noche
Acto seguido de la oficina, aquel que está más nervioso, se deshace de todos esos vellos molestos, como recordaba hacerlo en su «otra vida», como le llama. «¿Otra vida?» se preguntas. Y se dice que ha pasado tan poco, pero que se siente tan lejana… lo espera una noche de sexo gay y no sabe qué hacer. ¿Qué tiene de diferente? ¿En realidad es eso lo que quiere? LA erección en sus pantalones le vuelve a dejar saber que esa noche de sexo gay es todo lo que ha estado esperando. Esta vez sí puede echarse sobre la cama y ver a un chico hermoso, muy masculino, con un delicioso culo abierto, recibiendo una polla como la suya, que a veces es tan gruesa que molesta, y grita, flexiona los músculos. Aquello parece una lucha, pero no más salvaje que aquella que él está librando con su mano y su arma. El orgasmo que llega, lejos de saciarlo, le abre el apetito.
El veterano no siente preocupación, quizás un poco de adrenalina. Esa adrenalina propia de estar frente a alguien que no conoces y recibirlo dentro de tu cuerpo. Muy aseado es; no le gustan aquellos que huelen mal. A él le gusta que de su culo se pueda comer porque le gusta que le coman el culo, además de otras cosas… para él no es sexo gay. Es solo sexo. Del que siempre ha tenido y él que decide tener siempre. Guarda los profilácticos y se mira al espejo. Dientes blancos, barba perfectamente arreglada, tan pulcro, tan hermoso como un Adonis. Sabe que el otro también es hermoso, y desea sentir su cuerpo. El calor del cuerpo de otro hombre.
Lo que sucede en la oscuridad…
Un apretón de manos, firme y fuerte, sorprende al que está nervioso. Esperaba a alguien más femenino, más cercano a lo que ya conocía
—¿Sexo gay? ¿Sexo con un hombre? ¿Es esto lo que quiero? —Se preguntaba en el camino.
Al verlo, muy parecido a sus colegas, de barba y hermosas facciones, se nota muy extrañado, a pesar de si mismo. También se le nota cachondo, con ojos que no pueden dejar de verle la entrepierna y, por supuesto, el levantado y redondo culo.
El más experimentado, ya lo ha medido, comprobando que aquellas fotos no eran mentira. Aquellas fotos eran la pura verdad. Su pecho es incluso más ancho, igual que su pecho y sus manos. Más que en una oficina, parece que trabajase en algún rudo oficio: en la construcción, en un matadero, en la carnicería. Un hombre rudo, más rudo y fuerte que él. Un hombre que lo someta como solo un hombre puede someter a otro: eso es lo que desea y lo que disfruta.
Un trago hace que los nervios —al menos los del primerizo— se reduzcan. Pero es apenas un trago.
—Le doy mucha importancia a lo consensual —le dice el de barba, echándosele encima.
El beso es tosco, como son ellos, y el tacto también lo es. Es fuerte, apasionado y violento. Ambas erecciones despiertan, y aun debajo de las telas, se encuentran, se señalan, se buscan. El que está nervioso, parece no estarlo más. Y en control total de la situación, de ese sexo gay en el que tanto había pensado, se apodera del cuerpo del hombre de barba.
Una noche de sexo gay
Rompe la tela que le cubre el pecho, desnudando una mata de pelo, y dos pezones morenos que lame y engulle con avidez. Así mismo, se rompe los botones de la camisa blanca que lleva. Qué importa un pedazo de tela; no se pude comparar con el placer que siente. El de barba le besa el cuello y también le besa los pezones. Se toman con tanta fuerza, y a la vez con tanto cariño, con tanto deseo y tanto pecado. Se toman como solo dos hombres pueden tomarse.
El experto, el confesor, está listo para tomarle la confesión. Pasa la mano por ese pecho hinchado, ese abdomen plano, y abre el cinturón, dejando escapar esa bestia erguida, dura y fuerte como él adora verlas.
—Es una polla hermosa —piensa. Su boca se hace agua y no espera para hacerla desaparecer dentro suyo.
Mientras el de barba lo chupa, como nunca se la habían chupado en su vida, el que estaba nervioso, no puede evitar pensar de nuevo: ¿Sexo gay? ¿Es esto lo que quiero? ¿Follar con otro hombre?
Mira hacia abajo y se encuentra a un hombre hermoso, musculoso y masculino, chupándole la polla, y se dice que sí. Que eso es lo que siempre había deseado.
A él también le quita el pantalón. El también quiere sentir lo que es chupar. Se sorprende al ver que el hombre de barba, allá abajo, también está muy bien proporcionado, y que apenas si lo puede introducir en su boca. Acaricia los testículos, chupa la punta, y no puede evitar ir hacia el culo.
Hombre contra hombre
Violentamente le da la vuelta, y se encuentra con que tiene un plug anal. Se lo quita con cuidado, escuchando extasiado los gruñidos que el de barba emite. Un plug enorme, pero no más que él mismo. Un culo abierto de par en par, con unas bolas, y la gran arma colgando. Inserta su boca y comienza a saciarse en ese culo, mientras lo masturba. No es suficiente.
Sexo gay buscaba y sexo gay tiene.
Después de ponerse el preservativo, y un poco de lubricante, entra en ese culo apretado, sintiendo el milagro. Es un milagro para él. Jamás se había sentido tan vigoroso. El de la barba en cuatro, también lo recibe con gusto. Siempre es él el que tiene más placer, porque sus orgasmos suelen ser más intensos. Pero siente n a aquel hombre detrás suyo, empujándolo y latiendo como no había sentido a hombre alguno. Lo agarra por el culo. Lo sujeta con fuerza, lo atrae hacia si con violencia. Lo folla como solo puede follar un hombre a otro hombre.
A continuación le da la vuelta, para verlo a la cara y besarlo. Él de la barba no suele besar, porque suele ser más íntimo, pero recibe los labios del otro hombre gustoso. Tiene unos labios deliciosos. Mientras tanto, mientras lo recibe dentro de sí, se masturba. Y así se corre, en un violento orgasmo.
Pero el que estaba nervioso lo sigue follando unos instantes más, en los que no sabe si le duele o lo disfruta como no ha disfrutado en su vida, y se corre dentro de él, con la barrera del látex.
Sale de dentro de él y ambos, desnudos, permanecen hombro con hombro en la cama. Dos colegas que acaban de sobrevivir a una lucha terrible y placentera.
La mañana siguiente
El sol sale en el horizonte como todas las mañanas. El que estaba nervioso, ahora conocido como el que entrega, el que da, se despierta tan temprano como siempre. Prepara café y prepara desayuno. Sabe que aquello es solo cosa de una noche. Que su maravillosa noche de sexo gay quizás no se repita. Pero se siente tan agradecido con el de barba, que lo menos que puede hacer es cocinarle.
—Ya te repondré la ropa —le dije cuando se levanta, lagañoso.
El de barba le dice que le reste importancia. Y dándole y beso y bajando a sus pantalones, el agradece el desayuno.
Quizás la noche de sexo gay no se repita. Pero, al menos, la pregunta que tanto rondaba por su cabeza si se dejó de repetir. ¿Sexo gay? ¿Quiero follar con un hombre?
La erección siempre tiene la razón.
Fin.
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