Una polla grande solo para ella
Una vez leí una historia en una vieja revista femenina, donde, supuestamente, un hombre confirmaba que tenía una enorme polla. «El martillo» o algo así lo llamaban sus colegas. Fue una historia que me gustó, porque más que idealizar el hecho de tener una polla, grande, lo que el hombre hacía era contar cuáles eran los problemas que tenía. Había una parte que me conmovió especialmente, donde mencionaba que había tenido una novia a quien amaba con locura, pero que simplemente no podía recibirlo en su totalidad.
Al leerlo, era excitante, pero a la vez era frustrante. Excitante porque se hablaba de ese deseo insatisfecho que, al menos yo, he podido sentir un par de veces. Querer entrar por completo en alguien, pero no poder pasar de más de unos centímetros, siempre con la polla hirviendo de sangre, dura como un pedazo de hierro, a punto de estallar. Siempre teniendo que terminar comiéndole el coño y follándola con tus dedos, que apenas si pueden sentir la humedad que se encuentra dentro de ella. Y luego, esperar que ella se coma tu polla. Pero, siendo ella pequeña también de boca, no puedes pasar de unos centímetros. Lo mejor que obtienes es que te lama, como si fueras una paleta de helado, hasta que te corres.
En mi experiencia personal, hay algo más que se puede hacer, y esto es besarse mientras ambos se masturban. Es sumamente excitante, pero sigue siendo frustrante. Están los dos ahí, completamente desnudos, sin poder terminar de unirse. Puedes correrte sobre esa chica, y ella puede tener un orgasmo entre tus dedos, pero no es lo mismo a que ambos estén unidos en ese nudo que es el coito.
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Una polla grande para un coño grande
La razón por la que aquella historia sobre un hombre con polla grande me llegó tan hondo es porque un servidor padece de lo mismo.
Los romanos solían pensar que quienes la tienen pequeña son personas más racionales, comedidas, que no se dejan llevar por las pasiones y que son selectos para las cuestiones sexuales. En cambio, aquellos que tienen una polla grande, son presas de aquello que sienten; son como un borracho, dejándose llevar por aquello que sienten.
Algo de razón hay en esto. Si bien es mentira que todos somos irracionales, porque tenemos que elegir muy bien la persona con la que queremos estar, lo que si es cierto es que las pasiones están muy dentro de nosotros. Pero esto sucede por otra razón.
El amar a alguien y el ser amado, opero que nunca puedas estar verdaderamente dentro de esa persona tiene una gran carga erótica y emocional. No es muy positivo, pues pareciera que hubiera un gran muro entre las dos personas. Pero a la vez es un deseo insatisfecho, inalcanzable, siempre latente.
Luego había un giro en la historia. Un giro similar a mi propia vida.
El hombre, apodado «el martillo», conoció a una chica, de caderas anchas y buen tamaño, incluso más alta que él, pero un cuerpo estupendo. Él relataba como la había conocido luego de romper con el supuesto amor de su vida gracias a que las cosas en el sexo no funcionaban. Trabajaban en el mismo lugar, un trabajo de verano cualquiera. Y una noche, luego de terminada la jornada y con unos tragos encima, se fueron a la cama.
Él estaba muy nervioso de que no funcionara. Estaba tan excitado, deseaba tanto a aquella chica, pero sentía tanto miedo de lastimarla.
Una polla llena de lubricante
Pero el temor, nunca se manifestó. En la historia, se decía que la chica tenía un coño enorme, lo suficiente como para albergarlo, casi en su totalidad, tragándolo como una vaina se traga una espada.
Recuerdo la sensación de entrar por primera vez en aquella mujer, que debía ser al menos unos diez centímetros más alta que yo, con esas enormes caderas y esos generosos pechos.
Fue ella la que me hizo entrar, en realidad.
Luego de ver, me quitándome el pantalón, sus ojos se iluminaron, y me bebió con fruición, tomándome y masturbándome. Entonces se puso sobre mí y, poco a poco, empezó a meterse la polla dentro, hasta que estuvo dentro por completo.
Me cabalgó hasta que me corrí, y luego, sin salirse de aquel amarre tan potente, se masturbó conmigo dentro hasta que acabó a mi alrededor, apretándome tan fuerte que sentía que nunca me dejaría salir. Pero no fue así.
Luego nos besamos con pasión, una pasión que no recordaba haber sentido. Ese deseo insatisfecho había sido concretado, había podido entrar totalmente en una mujer, que me había engullido con su coño, y la satisfacción que sentía era enorme. No solo física, también emocional.
Otras veces intentamos explorar un poco, ver hasta donde podía aguantar ella.
Y, llenándome de lubricante, me introduje en su culo. Si bien no pude entrar tan hondo como hizo con su coño, si pudimos disfrutar, y ella tuvo uno de los orgasmos más intensos que había tenido conmigo. Ella siempre debía tener un orgasmo, esa era nuestra regla. Yo estaba acostumbrado a darle placer a las mujeres, pero empezaba a poder recibir el placer yo. Tener una polla grande ya no era tan problemático.
Un culo grande
El disfrute no estaba únicamente en entrar, también disfrutaba comerlo, sumergir mi lengua en aquel coño, en aquel culo. Su piel de color cobre y su enorme culo redondo eran tan excitantes. Yo me sentaba en una orilla de la cama, y ella se paraba frente a mí, dándome la espalda. Siendo ella tan alta, su culo quedaba directamente en mi cara.
Primero empezaba besándole las nalgas, mientras permitía que mi polla grande se fuera despertando. Las besaba, las acariciaba, las mordía. Luego, poco a poco, la iba inclinando, abriendo la de piernas para acceder a su culo, el cual comía con fruición.
Lamía alrededor, dando círculos, de arriba abajo. A veces, bajaba al coño, que también disfrutaba, salado y delicioso como el agua del mar, que te limpia que se purifica. Y en medio de sus piernas me metía, como si quisiera no solo entra por completo con la polla, sino entrar yo mismo por completo dentro de ella.
Ella se estremecía y se apretaba sus pequeños pechos, cuyos pezones, cuando se excitaba, solían volverse más grandes. Tanta sangre fluía en ellos que le dolía, y el alivio placentero de estimulárselos le daba un toque especial a esa comida de culo.
Pero no pasaba mucho a antes de que se diera la vuelta y empezar a comerme. Introducirme en su boca hasta muy hondo, casi por completo, abriendo la garganta como solo ella sabía hacer.
Había algo en la forma en la que lo hacía que me decía que ella en verdad quería tenerme dentro por completo, que quería que me fundiese en ella, como sol ose funden dos personas que están unidas hasta el fondo, como una llave que entra en una cerradura.
Mientras más grande, mayor la descarga
Y luego se ponía sobre mi y me introducía.
Me gustaba especialmente cuando ella me daba la espalda, y se encajaba sobre mí. Así sus nalgas chocaban con mi pelvis y la penetración podía ser más dura y veloz. En estos casos, no solo era ella la que subía y bajaba, sino que yo también hacía movimientos de pelvis.
Un par de veces, cuando estaba a punto de ella, ella se salía de mí, y me masturbaba, hasta que me hacía correrme.
Me corría copiosamente, como solo puede hacer alguien que tiene almacenes enormes. Luego ella lamía su mano, llena de mi blanca semilla, y se excitaba tanto comiendo de aquel fruto prohibido, que luego volvía a mi polla grande, lamiéndola y chupándola hasta dejarla reluciente. Metiéndosela a la boca, tragándola…
Algo así termina la historia que leí, quizás no eran tan gráfica, pero si me sentí identificado. No ha sido fácil vivir con una polla grande, pero creo que el esperar por alguien indicado, alguien con quien tener esos tremendos encuentros, ha valido completamente la pena.
El fin.
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